Teo
—Gracias por acompañarme, Teo...
La voz de Carla me sacó de mis pensamientos. Al mirarla, sus ojos ya estaban cristalizados, como si intuyera lo que estaba a punto de decirle. Intentó acercarse para besarme, pero retrocedí instintivamente. Esto no es lo que quiero.
—No puedo, Carla —dije suavemente—. Esto no está funcionando para ninguno de los dos, y sé que en el fondo, lo sabes.
Ella negó con la cabeza, tratando de contener las lágrimas, pero fue en vano. Sus mejillas rosadas comenzaron a humedecerse poco a poco.
—Lo siento mucho...
—¿Qué tiene ella de especial? —preguntó, cortando mis palabras.
—Esto no tiene nada que ver con Isabela —le respondí, tratando de sonar convincente—. No puedo seguir mintiéndote, ni a ti ni a mí.
—Sí tiene que ver —sollozó, bajando la mirada—. A mí nunca me miras como la miras a ella.
No pude decir nada, me quedé mirándola, perdido en sus palabras, porque sabía que decía la verdad. Me estaba engañando a mí mismo al no admitir que estaba perdido por Isabela.
—No me dejes, Teo —insistió Carla, en un susurro quebrado que me volvió a la realidad—. Tú me gustas, y mucho.
Di un paso hacia ella y aparté un mechón de su cara, esbozando una media sonrisa.
—Carla, no te gusto realmente... Ni siquiera te caigo bien —le aseguré—. Y estoy seguro de que más adelante me darás la razón.
—Eso no es cierto.
—Carla... —intenté, pero ella volvió a interrumpirme.
—¿La quieres? —me miró directamente a los ojos, buscando una respuesta.
Aparté la vista, pero fue inútil. Carla no es idiota y mis gestos fueron suficiente respuesta.
—Será mejor que me vaya.
—Alex no va a permitirlo —respondió, con el ceño fruncido—. ¿Estás dispuesto a perderlo por una chica cualquiera?
—Isabela no es una chica cualquiera para mí.
—Lo sabía...
Sin decir nada más, Carla se giró y desapareció dentro de su casa.
Me quedé allí, plantado en medio de la noche, procesando lo que acababa de confesar. Ese sentimiento tan especial que tengo hacia Isabela, la hermana de mi mejor amigo, es algo que se supone que no debería ni pensar. La promesa de Alex me pesa como una losa; y además está Isaac, que no entendería que haya roto esa promesa. Nada debería ser tan complicado. Me gusta una chica, y ella siente lo mismo por mí. Debería ser sencillo, ¿no?
Pero no lo es. Alex e Isaac no van a entenderlo. No puedo culparles. Conocen mi historial y cómo he sido con todas las chicas con las que he estado. Mi deseo de ser diferente esta vez no cambia nada. Suspiré, llevándome las manos a la cara. Con Isabela es distinto... A ella, realmente la quiero.
La quiero...
Esta noche le confesé que la quería.
Reprimí un grito ahogado, sintiendo el calor que se me subía a las mejillas. Desde que Isabela me confesó que también le gustaba, mi cerebro dejó de funcionar. Todas mis preocupaciones se desvanecieron en el aire, y ahora su sonrisa y sus palabras no abandonan mi cabeza. Me tiene completamente fuera de mí.
Tragué saliva y, con los nervios apoderándose de mis manos, saqué el móvil del bolsillo de mi pantalón. Marqué rápidamente el número de la única persona que, ojalá, pueda ayudarme con esto.
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Dos metros lejos
RomanceIsabela guardó con cariño la pelota de vóley que él le obsequió años atrás, aferrándose a la esperanza de volver a verlo algún día. Teo, por su parte, ha relegado ese recuerdo al rincón más profundo de su mente y no recuerda a Isabela. Hizo una prom...