Capitulo 20

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Isabela

Solo ve y pídele ese maldito favor de una vez por todas. Después de todo lo que me hizo pasar, debería aceptar mi propuesta sin problemas. Maldito e idiota, Teo. Siempre tiene que volverlo todo problemático.

Suspiré y volví a esconderme detrás de la puerta. No puedo hacerlo. Una vez que esté delante de él, sucederán dos cosas: la primera, me perderé en su maldita y seductora mirada, implorándole que me bese de una vez por todas; y la segunda, me enfadaré al ver que sigue con esa tonta buena para nada. En estos días, he descubierto su gran y no tan secreto: él no está enamorado de ella. Aún no entiendo por qué sigue a su lado, si se pasa el tiempo incómodo y apartándole la mirada.

Durante estos dos días, me he convertido en una de las acosadoras de Teo, intentando desenmascarar —pura y exclusivamente para mí— su farsa de relación. Teo no está enamorado de Carla. Es lo único que he logrado descubrir como superespía, y he llegado a la mala conclusión de que no sirvo para el papel de Luka.

Sin embargo, ahora tengo un problema mayor que se llama capitana ansiosa respirándome en la nuca por un jugoso enfrentamiento con el equipo masculino. Se me ha dejado la tarea de convencer a Teo, como si eso fuera lo más fácil del mundo. No lo es; es vanidoso y jamás aceptaría rebajarse. Puede aceptar jugar conmigo, pero contra mis compañeras lo veo difícil.

—¿Qué haces tú aquí? —la voz de Teo me hizo dar un brinco hacia atrás, llevándome la mano al corazón. Maldito e idiota, logró asustarme nuevamente.

—¡Deja de aparecer de la nada!

Él dejó escapar una carcajada y se acercó a mí para tocar la punta de mi nariz, haciendo que me quede como una tonta, mirándole perdidamente el rostro. Estaba transpirado por las prácticas; su cabello oscuro caía sobre su frente y se pegaba a ella. Es molestamente atractivo. Solo llevaba su conjunto deportivo: una camiseta blanca y unos pantalones cortos negros, pero aun así lograba opacar a cualquier chico que pasara a su lado.

—¿Y vas a decirme? —insistió.

—¿Qué quieres?

—¿Qué haces aquí? —repitió. —¿Te estás escondiendo de alguien?

No le respondí. Como persona madura, esquivé su mirada y posé mis ojos en la pared a mi lado.

—Te estás escondiendo de alguien —afirmó—. ¿De quién?

Al ver que no conseguía mi respuesta, dio unos pasos hacia mí, acortando la distancia entre nuestros cuerpos, y bajó su rostro hacia el mío para acercarse lentamente. Le conozco y sé muy bien lo que planea: busca que me ponga nerviosa y que le confiese, como una tonta que balbucea cuando el chico que le gusta se le acerca de esta manera peligrosa. Tragué grueso y le devolví la mirada seriamente.

—¿De quién te estás escondiendo, mocosa?

Di un paso hacia él, acortando aún más la distancia entre nuestras bocas.

—De ti —le confesé.

Teo sonrió victorioso y se alejó de mí, cruzándose de brazos.

—¿Por qué?

—Debo preguntarte algo... —murmuré.

—Hazlo entonces.

Me di ánimos mentalmente y le miré, poniéndome seria de nuevo. Le preguntaré y después correré de él, lejos, muy lejos. No voy a soportar volver a estar tan cerca de esos ojos color avellana y de esa sonrisa seductora que hace que mi corazón dé brincos de felicidad.

—¿Tú puedes...? Bueno... —tartamudeé.

—Esto tiene que ser bueno para que estés tan nerviosa —rió.

Dos metros lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora