Capitulo 18

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Teo

Lo primero que me encontré fueron las hojas de los árboles caídas sobre la calle, una señal del final del verano y del comienzo del otoño. El aire frío golpeó sin piedad mi rostro, estremeciéndome y obligándome a levantar el cierre de mi chaqueta. No tengo tiempo para pescar una gripe cuando las intercolegiales están a la vuelta de la esquina. En eso debería estar concentrado. Es mi último año escolar y debo demostrar que puedo convertirme en un jugador profesional. No puedo dejar que mi mente siga divagando sobre esos ojos verdes.

Pero la verdad es que no he podido sacarme de la cabeza las palabras de Isabela. Esta vez me pasé de la raya y la lastimé. Ella llegó a ese punto de explosión que me deja claro que no me va a perdonar fácilmente.

Desde que Alex me confesó que su pequeña hermana se mudaba con ellos, le prometí mantenerme alejado. Me dije a mí mismo que iba a tratarla bien, no solo porque fuera la hermana de mi mejor amigo, sino porque tras conocer su historia, quería ser parte de su vida, convertirme en ese amigo en quien pudiera confiar.

La cagaste, Teo.

Todas las veces que Isabela se me ha acercado, he logrado convertirme en esa persona que ella califica como desagradable. Un completo idiota. Y mis intenciones siempre fueron otras. ¿A quién engañas, Teo? No fueron otras.

La verdad es que quería hacerla mía. Desearla tanto me llevó a un punto en el que ella me detesta por mis horribles comportamientos. Y aún no entiendo por qué todo esto me duele. Debería importarme un comino lo que Isabela me grite; es solo una chica. Podría tener a quien quisiera detrás de mí. Sin embargo, no tendría esos ojos verdes observándome ni esa sonrisa que hace que mi corazón se exalte.

Por primera vez, las palabras de una chica logran atormentarme. Y a lo mejor esto me ayude a entender a las chicas con las que salía. Las palabras tienen un peso sumamente importante; podría admitir que duelen mucho más que una bofetada en la mejilla, ya que el dolor desaparece en pocos segundos, pero las palabras siguen naufragando en tu mente como navajas hincándose en las profundidades de tu ser.

La presencia de mi hermana en la cocina de casa me sacó de mis pensamientos. Ella estaba sentada con sus amigas, las cuales al verme entrar, clavaron sus miradas en mí. Esta tarde no estoy para aguantar miradas de odio de nadie más.

—¿Qué haces tan temprano molesto? —inquirió Paula.

Me encogí de hombros como respuesta y pasé de largo.

—¿Qué te sucede?

—Me siento mal.

Mentirle a mi hermana es algo imposible. Ella se quedó unos segundos observando cada uno de mis movimientos, hasta que se acercó y tocó mi frente con sus manos.

—No tienes fiebre —indicó, con los ojos entrecerrados.

—Solo quiero un vaso de agua, Paula —espeté.

Ella se alejó de mí, levantando las manos en señal de paz. Me apresuré a servirme un vaso de agua antes de que ella siguiera de preguntona y me escapé a mi cuarto, dejándome caer sobre la cama, abatido y con una gran migraña.

Mañana es la cena de nuestras familias, donde tendré que soportar unas cuantas horas su ceño fruncido y solo pensarlo me desgasta mentalmente.

Y para colmo de males, el lunes tendré que aguantar las bromas de mis amigos molestando a Isaac por salir con ella. Aún no entiendo por qué, de todos los chicos del universo, tenía que elegirlo a él. Es mi amigo y lo quiero, pero es un constante dolor de cabeza, la persona más presumida e irritante que conozco.

Dos metros lejosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora