Isabela
El aire de la tarde golpeó mis mejillas acaloradas. Lo necesitaba, tanto como respirar. Este día había sido un caos emocional: la llamada de mi madre y el desenlace con Teo fueron demasiado para mi estabilidad. Una montaña rusa de sentimientos.
Abrí la puerta de la casa y me dirigí hacia la sala de estar. Allí estaban Alex, recostado en uno de los sillones, y junto a él, Luka e Isaac, absortos frente a la televisión.
—¿Qué tal? —les pregunté, apoyándome en el marco de la puerta.
Mi hermano fue el primero en girarse y levantarse, dedicándome una media sonrisa, de esas que hace cuando está nervioso.
—Me tenías preocupado...
Saqué mi móvil destrozado del bolsillo del abrigo y se lo mostré.
—Murió a eso de las tres de la tarde —reí—. El pobre acabó estampado contra la pared de un sitio oscuro y solitario.
—No es gracioso —replicó con el ceño fruncido.
Puse los ojos en blanco y me acerqué a ellos, dejándome caer en el sofá libre.
—Estaba con Teo, ya lo sabías.
—¿Qué ha pasado? —preguntó, con esos ojos llenos de lástima que tanto detesto.
—Nada. Ya pasó. Estuve con Teo, fue divertido —le respondí, cortante.
—¿Dónde estabais?
Suspiré con frustración. Lo único que le interesa es saber si su amigo me puso un dedo encima. Ahora mismo no tengo paciencia para las tonterías de Alex.
—No muy lejos, cruzando la calle.
Dejé de mirar a mi hermano y me fijé en sus amigos. Luka tenía una expresión de preocupación, mientras que Isaac, extraño en él, no levantaba la vista de la mesa pequeña a nuestro lado desde que había entrado. Raro, muy raro en él.
—Si dices que estás bien... —dijo Alex acercándose a mi lado—, entonces está bien, Isa. —Me dio un beso en la cabeza antes de volver a sentarse—. Sabes que puedes hablar conmigo cuando lo necesites.
Le sonreí con gratitud. Alex puede ser el hermano más pesado del mundo, pero siempre se preocupa por mí, y siempre estaré agradecida por ello.
—Nosotros nos vamos —intervino Isaac, levantándose de repente—. Vámonos, Luka.
Esto sí que era raro. Pero, mientras yo era la única sorprendida por el repentino cambio de humor de Isaac, ni Alex ni Luka parecían darle demasiada importancia. Ambos se levantaron y se dirigieron hacia la puerta. Antes de salir, Isaac se acercó y me despidió con un frío "adiós". No hubo ningún apodo cariñoso esta vez.
—Nos vemos mañana, agallas —Luka me arrancó de mis pensamientos, abrazándome rápidamente—. Luego me llamas, señorita. Tenemos una charla pendiente —me susurró.
Asentí, avergonzada. Le había prometido que me mantendría alejada de Teo y terminé durmiendo sobre su pecho, aferrada a su cuerpo como un koala. Qué bien. Nada humillante en absoluto. Y para coronar el día, tuve una de las conversaciones más extrañas con confesiones en clave morse por ambas partes.
—Y enana... has estado horas desaparecida con Teo, no esperes que Isaac esté de buen humor —comentó Alex tras cerrar la puerta—. No lo malinterpretes. Isaac está molesto consigo mismo porque hoy no fue él quien estuvo contigo, sino Teo.
—¿Su chica? —le pregunté, arqueando una ceja—. Yo no soy la chica de nadie. Y, para que lo sepas, lo de pasar la tarde con Teo fue una casualidad. Me encontró en el momento justo.
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Dos metros lejos
RomanceIsabela guardó con cariño la pelota de vóley que él le obsequió años atrás, aferrándose a la esperanza de volver a verlo algún día. Teo, por su parte, ha relegado ese recuerdo al rincón más profundo de su mente y no recuerda a Isabela. Hizo una prom...