10. Alma Rota

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Tuvimos que regresar cuando empezó a nevar más y el frío aumentó

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Tuvimos que regresar cuando empezó a nevar más y el frío aumentó. Pero antes compramos chocolate caliente. Desde el primer paso que dimos para entrar al hospital, sentimos la mirada de alguien. Mejor dicho, sentimos la mirada de Babi.

Tenía una cara tan seria, nunca la había visto así.

Su regalo empezó desde que nos acercamos. Y ahora sigue regañándonos aunque vamos en el elevador. Bajamos de él y caminamos hacia la habitación de Helen. Se que debería irme, pero no puedo dejar a Helen sola en esto. Fue mi idea para empezar.

Entramos a la habitación, Helen dejó su mochila a un lado y se sentó en su cama. Cerré la puerta detrás de mí.

—No pueden estar haciendo esto —exclamó Babi mientras caminaba de un lado otro—. Tuve que decirle a tu tía que habías ido a hacer otras cosas, ¿Sabes lo que hubiera pasado si se da cuenta que escapaste?

La cara de Helen es un dilema, una sonrisa quería aparecer en su rostro y a la vez se miraba preocupada.

—Lo siento, fue mi culpa Babi —comenté.

No puedo permitir que ella pensara que fue culpa de Helen, cuando no es así. Babi miró a Helen quien le dio una sonrisa. Suspiro y se giro a verme.

—Math, cariño, ¿puedes salir?, tengo que hablar con Helen.

Asentí y salí de la habitación. Jale la puerta sin cerrarla por completo para poder escuchar. «Que metiche soy». Vi por el espacio que quedaba como Helen la miraba preocupada. Babi suspiro.

—¿Ya le dijiste? —preguntó.

Helen negó.

—No, todavía no.

—Math necesita saberlo, Helen. Se esta enamorando y tú solo lo estas ilusionando.

«¿Qué rayos?» No sé qué está pasando g esto me está atormentando. Pero Babi tiene razón, siento que ella solo me está ilusionado. A veces siento que solo yo estoy tratando de sentir algo más fuerte.

Helen suspiro e iba a decir algo pero no logré escuchar. Alguien grito algo en la habitación de enfrente. Después de abrir la puerta y cerrarla de un golpe alguien salió.

Amara, cayó sentada en el piso frente a su habitación, con la manos abrazando sus piernas y su cabeza entre ellas. Está llorando. Me acerque a ella lentamente.

Me agaché frente a ella.

—Hey, Amara, ¿Estas bien? —pregunté.

Ella levantó la cabeza y me vio, sus ojos azules estaban acompañados por lágrimas que no querían dejar de salir. Puse mi mano sobre su mano.

-—Si necesitas algo me lo puedes decir, yo te ayudaré.

Ella se quedó en silencio, ¿Tan rota y dolida estas Amara? Sus ojos no se apartaron jamás de los míos. Las lágrimas salían cada vez más. El dolor es tan notorio en sus ojos.

—Sabes, me gusta mucho tu nombre es hermoso, y tu cabello lo es aún más. Es uno de los cabellos más bonitos que he visto.

Y de un momento a otro se movió y me abrazo, le devolví el abrazo. A veces solo se necesita esto para ayudar.

—Gracias —susurró.

—¿Por qué?

—Por darme un rayito de esperanza.

Sonreí y sobe su cabello.

—Cuando quieras.

De algo estaba seguro. Amara brilla, brilla hasta con el alma rota.

°°°

Estaba sentado en la cafetería, frente a mí estaba Lau, contándome todo lo que había hecho ese día. Sonreí y tomé su mano.

—Sabes Lau, estoy muy orgulloso de ti —comenté—. De todo lo que has logrado.

Hizo un puchero, puso su mano sobre su pecho fingiendo dolor.

—No me hagas llorar.

Claro Lau siempre tan sensible.

—Gracias, te quiero mucho Math —respondió luego de un rato—. Ahora cambiando de tema, ¿Cómo vas con Helen?

Suspire y me acomode en mi sitio, recordé lo que había escuchado.

—Bien, pero la escuché hablando con Babi y dijo algo muy raro.

Los ojos de Lau se apartaron de los míos rápidamente. Sólo lo hace cuando va a mentir porque no sabe mentir.

—De seguro tiene miedo Math.

¿Qué está pasando? Estoy sintiendo que todo el mundo me está mintiendo.

—O simplemente no quiere que la recuerdes —agregó.

Oh no, yo conozco ese tono.

—¿Qué sabes Lau?

—Nada, no es mi deber decírtelo —mi mirada no se apartó de ella—. No me hagas esto Math.

Lau solo me ocultaba cosas cuando sabía que estas me harían daño.

—Lau.

—Solo puedo decirte que es mejor que no lleves más haya lo tuyo con Helen, no te ilusiones Math.

¿Qué?

—¿De qué hablas?

La suspiro, bajo su mirada nerviosa.

—No me creas al cien por ciento. Pero escuché que ella no planea quedarse mucho tiempo, Math. Y no quiero que salgas herido. No quiero que te dañe.

Haz lo que quieras Helen, pero no me dañes ni te alejes, no otra vez.

Las personas pasan en mi vida como estrellas fugaces, siempre me dejan, y yo deseaba de todo corazón que ella se quedará conmigo, pero ya tú sabes el final, rojita.

Hasta el último latido  [trilogía latidos #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora