32. Porque La Ame

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Todo en la vida tiene un principio y tiene un final

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Todo en la vida tiene un principio y tiene un final.

Esta etapa de mi vida, de nuestras vidas con Lau, está llegando a su fin.
Hoy es el último día que pasaré en el hospital. Hemos estado viniendo para terminar con la pasantía. La verdad es que han sido unos meses maravillosos.

Salí del salón, mi último día con los niños debía ser especial así que pedí permiso para poder hacer una pequeña fiesta mañana aquí. Caminé por unos pasillos y llegué a una sala. Hay varios sillones peri hay uno en el que se puede ver toda la ciudad. Caminé hacia ese sillón y allí la vi.

Amara. Esta sentada con sus piernas arriba del sillón y su mentón apoyada en ellas. Vi la hora en el reloj, las cuatro de la tarde, tengo mucho tiempo, puedo hablar un poco con ella. Sé que no está bien, sé por muy buena fuente, o sea Lau, qué le ofrecieron un nuevo tratamiento que podría salvarle la vida. Pero hay problemas, no es cien por ciento seguro que logre sobrevivir ni que haga efecto.

Me senté a su lado en el sillón. Me miró en cuanto lo hice.

—Hola Math.

—Hola Amara.

Sonrió.

—Me gusta cuando me llamas por mi nombre.

Sonreí.

—De haber sabido eso lo hubiera hecho desde hace mucho.

—¿Cómo estás?

Suspiré.

Supe enseguida que se refería a cómo me sentía después de lo de Helen.

—Me siento bien.

—Me alegra, aunque se que me estas mintiendo un poquitin.

—Solo un poquito —respondí sonriendo.

Rio.

—¿Tú cómo estás? —pregunté con cautela.

—Bien. Tratando de sobrevivir, Math. Hay esperanza, pero no sé que hacer.

—Eres muy valiente Amara, has luchado por tanto y sigues con tu sonrisa.

Me dio una sonrisa melancólica.

—Es difícil.

—Lo sé. ¿Aceptarás el tratamiento?

Suspiró y se encogió de hombros.

—No lo sé, es difícil para mí. Tendría que mudarme e irme a otro país, dejar a todos. A Peter a Thomas y a todos. ¿Y si muero en otro país? ¿Y si no sobrevivo?

Sonreí.

—¿Y si sí? A veces es necesario arriesgarnos por la cosas. No siempre sabemos como saldrán las cosas. Por eso debemos arriesgarnos.

—Lo sé, gracias Math.

—Pará lo que necesites Amara.

—Mara, así me dicen mis amigos.

Nos quedamos en silencio por un momento.

La verdad es que Amara es ese tipo de persona que te puede escuchar horas y horas sin aburrirse. Te escuchará atentamente y te ayudará. Su compañía da mucho gusto.

—Math —habló llamando de nuevo mi atención.

—Dime.

—¿Puedo pedirte un favor? —Asentí —. Cuida a Peter, ayudalo a ser el mejor niño del mundo. Ayúdalo a luchar por du felicidad. Ayúdalo.

Amara iba a morir, todos lo sabíamos desde hace mucho. Su cuerpo dejó de responder a los tratamientos, eso nos mató a todos.

—Lo prometo.

Me sonrió. Sus ojos están vidriosos.

—Gracias.

—Es un placer.

—Ah, se me olvidaba. Helen —dijo su nombre con mucha cautela—. Ella ya llegó a Ámsterdam, creí que te gustaría saberlo.

Mi corazón se apretujo un poco más, porque por más que tratara de calmarlo no puede dejar de reaccionar ante sy nombre.

Sonreí.

—Gracias por informarme.

Me sonrió. La sonrisa de Amara calma. Da una paz que ella nunca se imaginó que daba. Él enfermero que siempre la acompaña apareció en nuestro campo de visión. Amara se puso de pie.

—Debo irme. Gracias por todo Math, en serio. Gracias.

—Siempre es un placer.

—Buenas noches, Math.

—Buenas noches, Amara.

Esa fue una de las últimas veces que la vi. Amara no soportó más todo el dolor que había en su corazón. El 26 de enero decidió descansar, descansar de una vez por todas. Su corazón por fin pudo estar en paz. Lloramos, lloramos todos por ello.

Thomas, el enfermero que pasaba mucho tiempo con ella y al cual por fin le pude poner nombre, lloró más que todos. Y gracias a Peter, quien nos contó sin querer a Lau y a mí, nos enteramos que siempre había estado enamorado de ella.

Después de eso las cosas cambiaron. Babi no fue la misma, Peter empezó a sufrir depresión. En febrero Babi se enteró que habíamos entrado al hospital porque habíamos recibido un correo de una invitación para ayudar. Nos enteramos que el hospital no había enviado ningún correo y entró en dudas de todos quien fue la persona que envió ese correo.

En marzo, gracias al esfuerzo de Babi, nos enteramos que quien envío ese correo fue Helen. La verdad es que nadie encontró una razón lógica del porqué lo había hecho. Creí que tal vez la carta que había dejado lo explicaba, pero no he querido abrirla desde que me la dio. Y creo que seguiré así hasta dentro de un tiempo. Lo prefiero así.

Durante el resto de los meses reflexioné mucho en mi vida.

Esta historia querido lector, no trata de un amor dulce ni hermoso. Trata del lado desgarrador del amor, donde las personas sólo los hieren. Está historia nunca trató de un amor correspondido. Solo mostró lo tontos que podemos llegar a ser cuando amamos a alguien, somos capaces de soportar mucho dolor solo por seguir a su lado.

Pero hay veces que debemos dejar ir, soltar. A veces dejar ir también es una muestra de amor. Hay que dejar ir y aprender a irse también, esa es la muestra de amor más grande. Porque veces hay que dejar ir para que otros tengan el espacio para entrar.

Yo te di el espacio para entrar rojita.

Hasta el último latido  [trilogía latidos #1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora