Capítulo 3:

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- ¡SUFICIENTE! – grité con fuerza.

Todos se espantaron de mi arrebato y lo supe cuando soltaron un jadeo asustado, los guardias pararon de impartir el castigo y yo perdí el control de mis acciones delante del pueblo, pero sobre todo delante de mis padres, el Rey y la Reina de Costa Mein.

Sabía que esto podía atraer inconvenientes para mí y seguramente serias consecuencias que sufriría, pero no podía estar aguantando más esto, era algo injusto, por culpa de unos gobernantes crueles e injustos la gente sufre y tienen que optar por medidas y caminos incorrectos que los ponen en peligros como este.

Mis pies caminaron y mi cuerpo estaba tomando vida solo, sentía que mi cerebro tomaba las órdenes solo sin pedirme permiso a mí por lo que sentí como cada una de mis piernas avanzaba y daba pasos hasta uno de los guardias que me miraba perplejo.

-Suelte ese látigo en este instante – ordené con una voz que ni yo sabía que en mí existía. Tan fría, tan neutra, tan firme y mandona.

El soldado se me quedó viendo con una sorpresa que seguramente todos tenían y más mis padres, pero no soportaría más.

-Pe-pero Prin-princesa... - tartamudeó nervioso y hasta podía decir que dudoso de acatar mi orden.

- ¡Princesa nada! Acata la orden soldado – se volvió a repetir esa voz con decisión.

- ¡No, soldados, traigan a la Princesa acá en este instante! – ordenó papá, yo volteé a verlo furiosa, me importaba poco tener de fondo a todo el pueblo que se hacía notar por todos los murmullos que nunca cesaron desde el inicio.

-No se atrevan – dije con los ojos entrecerrados hacia los guardias – No creo que el Rey quiera que arme un escándalo aquí ¿o sí majestad? – me dirigí a él con desafío.

- ¿Cómo te atreves Shinees? – murmuró audiblemente para mí tan, o más, furioso que yo.

-Me atrevo porque esto no es justo – murmuré igual que él.

-Shinees, deja esta rabieta tuya y deja que tu padre tome el control – dijo con mucho más disgusto del que quisiera aparentar – No nos avergüences jovencita – dijo mi madre.

-No es ninguna rabieta madre – luego me volteé – Bajen esos látigos he dicho – volví a ordenar, los guardias con indecisión se vieron uno al otro para luego apartarse un poco de los hombres que yacían hincados, jadeando y ya lastimados por los latigazos que todavía recibieron.

- ¡EN NINGÚN MOMENTO DI LA ORDEN O EL PERMISO PARA DETENER LA EJECUCIÓN! – volvió a gritar el Rey – SIGAN O USTEDES SERÁN LOS EJECUTADOS EN LUGAR DE ESOS DESGRACIADOS – amenazó a los soldados.

Con indignación volteé a verlo, los soldados volvieron a acercarse para pegarles a los hombres quienes volvieron a temblar al escuchar a mi padre. Cuando el soldado que estaba más cercano a mí quiso volver a golpear a uno de los hombres el valor que entró en mí hizo que perdiera el temor y que me importara poco lo que me sucediera. Me acerqué a paso decidido y cuando el brazo del soldado se balanceó para atrás yo tomé la punta de ese horroroso artefacto que iba a dañar al pobre hombre y lo tomé con una fuerza increíble que no creía que tuviera, aunque era obvio que los entrenamientos con espada ayudaban, además de que había tomado al soldado por sorpresa y se giró inmediatamente.

-He dicho que paren – ya no me reconocía y por la cara de todo mundo, ellos tampoco.

Papá se acercó a mí con rapidez y me tomó por el brazo haciéndome daño y jalándome hacia él.

- ¿Estás loca Shinees? ¿Eres idiota, estúpida o ambas? – preguntó furioso en un siseo, vi en sus ojos que no tendríamos una riña demasiado pacífica al volver al palacio, pero yo sería feliz si lograba salvar a esos hombres.

El Corazón de Una Princesa (Libro 1) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora