Tiempo

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Bruno se mete las manos en los bolsillos en cuanto baja del autobús. El frío empieza a ser prácticamente insoportable, pues están ya a principios de diciembre. Esa es una de las cosas que, por más que pase el tiempo, parece que es imposible que pueda llegar a acostumbrarse a ello. Lleva ya ocho años viviendo en Irlanda, y todavía parece que su piel sólo conozca un clima en el que ya no vive.

Pasea con tranquilidad por las calles, prestando especial atención en los cruces. Es uno de las primeras veces que va solo a Dublín, y no le gustaría perderse. Admira las pequeñas tiendecitas de recuerdos turísticos, al lado de los típicos pubs. Todavía se siente un extraño entre todas esas costumbres. Sin embargo, aunque ahora volviera a España, allí también sería un extraño. Es como si su alma ya no reconociera ninguno de los dos lugares como propios. Como si se hubiera deslizado hacia el limbo, la nada, la incertidumbre, lo gris. Camina sin dudar, pero sabe que está perdido. Perdido en una ciudad en la que sabe exactamente cuál es su destino.

Llega sin problemas al centro de la ciudad y se detiene junto a un escaparate de una tienda de ropa, observando disimuladamente a las chicas que vienen y van. ¿Qué se supone que debería comprarle a Penni? La conoce lo suficiente como para poder presentarse en su fiesta con un regalo, pero no lo suficiente como para saber qué le gustaría. Desecha la idea de la ropa sin dudarlo, aunque una pulsera no estaría excesivamente mal. Sin embargo, quizás fuera demasiado personal.

Bruno se lleva las manos al pelo, revolviéndoselo. Ni siquiera sabe qué opinión tiene Penni de él. ¿Qué clase de relación tienen? ¿Conocidos?

Echa a andar rápidamente, pasando por los escaparates sin prestarles atención. Hace demasiado tiempo que alguien le invita a un cumpleaños. Ya ni siquiera recuerda cuándo fue la última vez que tuvo que regalar algo. Y eso le aterra. Le aterra darse cuenta de lo estúpidamente ilusionado que está, cuando no sabe absolutamente nada de las razones que tenía Penni para invitarlo.

Poco a poco va reduciendo la marcha hasta llegar a una parada de bus, en la que se sienta. Tiene ganas de arrancarse el cerebro de cuajo y no pensar en nada. Está cansado de darle tantas vueltas a todo y no obtener ninguna respuesta.

Saca el móvil y abre la aplicación del calendario. Queda tan sólo una semana y media para el cumpleaños de Penni. No puede arriesgarse a perder más tiempo, tiene que comprarle algo hoy. Se pone en pie y frunce el ceño, intentando sacar algo de provecho de sus recuerdos. ¿Cómo se imagina a Penni en su mente? Está preciosa, pero ese no es el caso. ¿Qué hace Penni en su tiempo libre? Piensa en regalarle un libro de poesía, pero enseguida rechaza la idea. Eso sería egoísta. A ella no le interesa ese tema, solo se ha interesado por… por él. Bruno sonríe ante su descubrimiento. De alguna forma extraña, Penni se ha interesado… por él. Y sienta bien. Es una sensación agradable que, después de tanto tiempo había olvidado por completo.

Bruno cierra los ojos por un momento y deja la mente en blanco. Y entonces llega. Con el chirrido de los frenos del autobús sus pensamientos se disparan. Recuerda unas palabras dichas hace semanas. Artes plásticas. Penni siempre ha sido más de artes plásticas. Sonríe agarrándose del corto vello de la nuca y con grácil salto se pone en camino. Pasa una hora antes de que encuentre lo que está buscando, pero finalmente lo hace. Al pagar, le pide a la cajera que lo ponga para regalo. Volviendo a casa con la bolsa firmemente agarrada en su mano derecha, es incapaz de recordar un día en que se haya sentido más orgulloso y feliz.

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Maggie dobla la punta de la hoja que descansa en su regazo sin darse cuenta. Luke, por su parte, finge estar muy ocupado mirando algo en su ordenador. En realidad lo único que está haciendo es prestar atención a la verborrea de Maggie. Habla sin parar por teléfono, contactando con diversas casas que organizan fiestas, pidiendo un cargamento de globos que ni siquiera sabe cómo van a tener tiempo de inflar. Cuando termina de hablar por teléfono hace un recuento de todo lo que necesitan para la fiesta, repasando las cosas que ya han comprado. Platos de plástico, vasos, globos, serpentinas, luces de navidad… eso sin contar las cantidades de comida industriales que tendrán que comprar el mismo día de la fiesta. Sin embargo, por mucho trabajo que sea, a Maggie le encanta hacer ese tipo de cosas. Es una chica muy práctica y le gusta mantenerse ocupada organizando. Luke es totalmente opuesto a ella. Lo único gracioso de organizarle una fiesta a Penni es eso, que le están organizando una fiesta a su mejor amiga. Pero todo lo demás… no hace más que añadir un poquito más de presión a su ya habitual angustia.

Die young! (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora