Dudas

1.4K 55 3
                                    

Ella maldice en silencio habérselo encontrado en esa situación. Un nudo de disculpas se retuerce en su interior, pero el cansancio no le deja encontrar las palabras adecuadas. Sólo sabe que tiene que decirlo, tiene que sacárselo de su interior. No percibe este encuentro como una oportunidad, sino como un hecho. Y por ello las palabras salen en tropel, sin exigir recapacitación.

-Bruno, perdóname por haber leído tu cuaderno. No tenía ningún derecho, lo siento. Entiendo que estés cabreado conmigo.

Él parpadea repetidas veces y da un paso hacia atrás sin prestar atención al movimiento de su cuerpo. Penni, como reacción, avanza el paso que Bruno ha retrocedido. Lo hace sin darse cuenta, como si hubiera una cuerda invisible que los une y los obliga a moverse al mismo tiempo para que la distancia entre sus cuerpos no varíe.

-No… no estoy cab-breado – Bruno juega con los puños de su camisa, tratando se concentrarse en algo que no sea la hermosa chica que tiene delante de sus ojos para dejar de sentirse tan horriblemente mal, sobre todo ahora que sabe que ella tiene una idea equivocada de sus sentimientos.

-¿No? – Pregunta ella asombrada. Y de pronto, el peso de sus hombros parece evaporarse con una fina brisa.

-No.

Permanecen de pie en medio de la calle, mirando a cualquier lugar posible menos a ellos mismos.

-De todas formas, no debería haberlo hecho – concluye ella, aunque sabe que si tuviera la oportunidad de volver a pasar por lo mismo, volvería a leerlo sin dudarlo dos veces. Ha sentido demasiado, ha descubierto demasiado, no sólo acerca del carácter de Bruno, sino también de ella misma, como para poder borrar el recuerdo de esa experiencia como si no valiera nada. Quizás no han sido los sentimientos más alegres y agradables, pero han sido unos de los más intensos que alguna vez ha sentido.

Bruno la mira con la cabeza gacha, alzando los ojos, y se siente como si estuviera viendo un tesoro que no le pertenece, una colección de arte privada a la que no ha sido invitado, pero de alguna manera, por extraño que parezca, se encuentra allí, delante de ella. Los acontecimientos lo han llevado hasta allí, y simplemente aunque sea por esa tremenda y fabulosa casualidad del destino, debería aprovecharlo y dejar de actuar como un espectador de la vida, para empezar a ser el protagonista de su propia historia.

-Pero… fue hermoso – dice finalmente Penni, cruzando los brazos, sintiéndose como si en lugar de estar hablando con Bruno, se estuviera diciendo a ella misma estas cosas. – Triste, pero bonito. Tienes talento.

Bruno pone los ojos en blanco, restándole importancia a los halagos de Penni, porque semejante reconocimiento viniendo de alguien tan importante para él, se le hace ligeramente difícil de soportar.

-No es para tanto.

-No, qué va – dice Penni con ironía – ya me gustaría a mí ser capaz de escribir como lo haces tú.

-Eso tiene fácil solución. Escribe poesía.

-¿Estas de coña? No puedo. No sé.

-Claro que puedes, todo el mundo puede escribir poesía. Sólo tienes que intentarlo – Bruno comienza a estar menos rígido y se permite mover las manos mientras habla, en unos gestos que a Penni se le antojan dinámicos y enérgicos, transmitiéndole casi sin pensarlo la pasión que siente por la poesía.

-Para ti es fácil decirlo – dice ella distraídamente, pero Bruno casi ni capta sus palabras, porque su mente se está moviendo a una velocidad diferente. Una idea comienza a surgir en su cabeza, y en cuanto le da forma, no cabe en su boca.

Die young! (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora