Un segundo, una mirada, un sentimiento

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Una chica con un precioso vestido rosa salmón llama al timbre de la puerta en el preciso momento en el que Sam se está colocando los zapatos de tacón. Penni se peina un poco con las manos su pelo rubio que ni siquiera ha tenido que alisar. Sam se mira rápidamente en el espejo de su cuarto, comprobando que todo está en orden, desde la raya de sus ojos hasta el esmalte de las uñas de sus pies, y baja corriendo como puede por las escaleras. Abre la puerta y le da dos besos a Penni en lugar del típico abrazo con el que se suelen saludar. Es una noche especial y no quieren arrugarse la ropa ni estropearse los peinados.

-Te has alisado el pelo – apunta la rubia, que admira la imagen de su amiga. Verdaderamente las dos están guapísimas, es una pena que no se vistan así más a menudo. El conjunto que lleva Sam se compone de unos pantaloncitos negros y una blusa estampada, no ha optado por un vestido porque le parecía demasiado arreglado y van a una fiesta informal.

-Sí. Me encanta tu vestido. Estás guapísima. – Responde la castaña. El color del vestido hace un bonito contraste con la piel blanca de Penni. Es atrevido y a la vez informal, con un solo tirante ancho que distrae la atención del escote y la lleva hasta los hombros, y con un poco de vuelo, por lo que es perfecto para la ocasión.

-Tú también. Yo sé de dos chicas que hoy van a arrasar…

-¿Arrasar? Dirás que acabaremos con el vodka del bar, que digo del bar, ¡de cinco kilómetros a la redonda!

Las dos chicas ríen divertidas, aunque ambas están un poco nerviosas. Todo el pueblo lo está. Y es que cuando una estrella vuelve a casa, nunca se sabe qué puede pasar. Puede que se cumplan los deseos, o que el brillo del cometa queme toda la ciudad.

                                                                               ***

Cuando llegan a la entrada del local dónde han organizado la fiesta Sam respira hondo y se frota nerviosamente las manos. Sabe que ya queda muy poco para volver a verle a él.

Entran con cuidado y descubren a un grupito de gente apiñada en un rincón. Pasan por la barra, vacía, y llegan hasta Maggie.

-¡Gracias a dios que sí que hay gente que se digna a aparecer! – Dice la chica que sujeta una caja llena de papeles de colores y la deja encima de una de las pocas mesas del bar.

Sam y Penni se miran entre ellas y sonríen. En eventos de ese tipo siempre pasa igual, y a la pobre Maggie le toca organizarlo todo sola para que después cuatro listos se atribuyan el mérito.

-¿Cómo podemos ayudar? – Pregunta Penni, que se remanga unas mangas imaginarias en un gesto que hace sonreír por primera vez en toda la tarde a Maggie.

-No sé qué haría sin vosotras, chicas – responde Mag, que se retira el pelo de la cara y suspira.

-Probablemente morir de un sobre esfuerzo – admite Sam.

Todas ríen y por fin se fijan en que ya hay unas cuantas personas decorando el local.

-Manos a la obra, que si no, no llegamos. Y Niall solía ser puntual.

Al oír su nombre en boca de Maggie, Sam siente que el estómago se le encoge y le sudan las manos. Penni tira de uno de los papeles de la parte superior de la caja y descubre que es una cenefa. Rombos de distintos colores unidos por un hilo brillante. Penni se gira y ve que el rincón dónde la gente está apelotonada ya está casi completamente decorado, con pancartas colgadas de las paredes y distintas bandas de colores vivos.

-El celo está en esa caja de ahí, procurad poner las cenefas de forma que ocupen todas las paredes. Pancartas hay menos, por lo que mejor ponerlas más separadas. Tengo que hablar con Michael a ver si va a ser posible llevar a cabo la sorpresa. – Maggie señala una caja pequeña y se va desapareciendo tras una de las puertas del bar.

Die young! (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora