Los días pasan y un objetivo silencioso se impone poco a poco a Sam. No pensar. No piensa en nada, simplemente se mueve, intenta actuar como un animal, aunque en este caso, un animal evolucionado, potenciando su racionalidad y sus instintos básicos y cubriendo de hierro la profundidad de su corazón.
Sólo se mueve, de allá para acá, en un constante ajetreo, un constante hacer algo. Ella, que podía pasarse horas mirando a la nada, se retuerce inquieta si no posee alguna tarea que poder hacer entre sus manos.
No piensa, por tanto tampoco piensa en la razón por la que ha comenzado a no pensar. Únicamente pensamientos primarios: tengo hambre, hace sol, está refrescando.
Únicamente, pensamientos que tengan que ver con los demás. Con un cierto grupo reducido de personas. Penni, Luke, Maggie, su familia…
Todo está igual, el mundo se presenta ante ella radiante y listo para vivir otro día más, como si antes hubiera habido una fina película transparente rodeándolo.
Y de pronto, sucede.
No dura ni el sonido de un disparo.
Apenas una insinuación.
El músculo del rabillo de su ojo derecho se tensa durante milésimas de segundo, como quejándose de un fallo del sistema en el plan maestro.
Ocurre un día en el que Sam va a Dublín a comprar un par de libros que le recomendaron para este año escolar.
Dublín, una ciudad más. Una ciudad a la que ha ido montones de veces.
Sam mira al suelo conteniendo la respiración, respirando a trompicones, como si tuviera las fosas nasales taponadas. Sus viejas zapatillas gastadas le devuelven la mirada. Ella apoya las manos en el mostrador de la librería y espera a que la mujer vuelva de la trastienda. Siente las cuerdas vocales agarrotadas y le preocupa quedar como una tonta cuando su voz la deje en ridículo delante de la mujer. Tose un par de veces, aunque no le pica la garganta, decidida a no dar su brazo a torcer en el campo de su mente.
Sí, ha habido un pensamiento. Lo ha habido. Tan rápido como un rayo, pero no ha producido ningún trueno, ninguna onda expansiva que trajera sentimientos. Ha logrado identificar al intruso antes de que contaminara su maravilloso progreso.
Pero, ¿qué progreso? Si ella cree haber estado viviendo los últimos días en la rutina de otra persona, como si eso no fuera lo que le correspondiera, como si no se creyera en lo que se ha convertido su vida. Como si tras aquella tarde en la que su cuerpo decidió proteger la vulnerabilidad de su mente, no hubiera sucedido nada. Pero sí que ha sucedido, y mucho. De pronto piensa en los niños que nacen unidos, siameses. Y más tarde, en el mito clásico de los seres mitad hombre y mitad mujer a los que un dios destruyó y condenó a andar buscando su otra mitad para el resto de su vida.
La vieja mujer vuelve con una pila de libros y les quita el plástico para que Sam los ojee y quede satisfecha. Así es, la joven paga y sale aturdida de la tienda.
***
Niall avanza con pasos temerosos por la habitación a oscuras, medio dormido y acojonado por la posibilidad de pegársela con algún mueble. Inesperadamente, llega sano y salvo al interruptor de la luz del baño, y penetra en el pequeño cubículo con los ojos entrecerrados, reacio a dejarse deslumbrar y despertarse definitivamente. Pone las manos frías sobre el mármol blanco – el enorme bloque de mármol blanco en el que está esculpida la pililla – y hace un intento por contemplarse en el espejo. Apenas llega a entrever su figura descamisada a través de sus pestañas.
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Die young! (Niall Horan)
FanfictionUna fiesta. Un chico y una chica. Podría ser la historia de cualquier persona, pero es la de Niall Horan y Sam Sandlers, separados por los sueños que él logró alcanzar. Mullingar, como telón de fondo un bar, música alta y recuerdos. Sentimientos que...