The last ones standing

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Niall siente el frío de la almohada en su nuca y encoge los dedos de los pies. Estira los brazos, poniendo sus manos debajo del cuello y parpadea hasta que puede ver la habitación desdibujada gracias a los débiles chorros de luz que se cuelan entre las cortinas.

Ha sido un día largo, muy largo, expulsa el aire de sus pulmones con lentitud y aprieta las mandíbulas. Alza un brazo y palpa la pared junto a su cabeza, alegrándose de encontrarse en esa habitación, que aunque es espaciosa, está repleta de objetos. Por una vez, ninguno de los cinco está durmiendo en una suite, lo que hace sonreír en la oscuridad al rubio. De pronto unos golpes firmes y contundentes lo sobresaltan, robándole la pacífica calma que reinaba entre las cuatro paredes. Niall no enciende la luz de la mesilla, se dirige con paso inseguro hacia la puerta y pega la oreja a la hoja de madera. Unos bostezos le llegan desde el otro lado. Imposible que una fan tuviera sueño en esa situación.

-¿Liam? – Una capa de asombro cubre por completo el rostro de Niall, mucho más despierto que su fortuito visitante.

El castaño se introduce en la habitación con desbastadora presteza, y con un ágil gesto enciende todas las luces de la habitación. Entonces, al darse cuenta de ese hecho, se vuelve hacia el irlandés con el entrecejo arrugado.

-¿Estabas durmiendo?

Niall vacila, cierra la puerta con un deje de su mano y se acerca lentamente a Liam intentando relajar el gesto. Sea cual sea la emoción que transmite su rostro, está seguro de que no va a agradar a su amigo.

Liam interpreta ese silencio como una muestra de sordera prematura, y decide ocupar una butaca de piel color burdeos situada junto a la mesa de escritorio, vacía.

-¿Qué ha pasado esta mañana?

Niall traga saliva y siente como si de pronto todos los objetos de la habitación hubieran sido absorbidos por su cabeza, no dejando espacio en su mente para ningún pensamiento claro.

-Nada.

Liam sonríe brevemente y asiente con paciencia.

-Has llegado tarde a la reunión. Te has perdido durante horas por la ciudad. – Liam hace una pausa y Niall advierte la intensidad en su mirada – eso no es nada.

-Ya te lo he dicho, he salido un momento, he perdido el teléfono y no sabía cómo volver. – Niall permanece de pie a unos cuantos metros de la figura de Liam, distancia inusual entre ellos.

-¿Crees que he venido aquí a esta hora para que me repitas lo mismo que le has dicho a nuestro mánager? – Niall cierra los puños y siente como si la presencia de Liam le hiciera ser más pequeño. – Él puede que se crea que todos somos iguales, que sólo somos una panda de adolescentes engreídos, que hacemos lo que nos sale de las narices, pero, Niall – vuelve a hacer una pausa y se levanta del sillón al comprobar que el rubio no va a tomar asiento. Quiere estar a la misma altura que él, hablándole de igual a igual. – Tú no eres así. Tú no eres el que desaparece durante horas y pone una excusa barata.

Niall se lleva la mano a los ojos, cansado.

-Liam, ya te lo he dicho, no es una excusa, es la verdad. ¿Quieres comprobarlo? ¡Adelante, llámame al móvil, a ver si es mentira que lo he perdido!

Liam observa las mejillas sonrosadas de su amigo y reprime las ganas de sacar el teléfono y llamarlo, a ver si el que está en posesión del móvil del irlandés es el Niall que se despidió de él hará unas semanas, y no esta versión aplanada y carente de emociones.

Die young! (Niall Horan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora