Die young! (Niall Horan)

No dejes que la puerta se cierre

El aire frío jamás le había parecido agradable, pero ahora lo siente como la caricia más dulce. Pensando en ella, el cielo, los árboles desnudos, los débiles rayos de sol, todo emana alegría. Bruno lo absorbe todo, absolutamente todo. No tiene necesidad de fingir una sonrisa cuando saluda a sus compañeros por la mañana, pues parece que sus labios ya están permanentemente sellados en forma de curva ascendente. De repente, cada pequeño fallo que antes hubiera considerado un error, se convierten en motivos para sonreír, anécdotas. Es gracioso que solo con conocer a una persona te pueda cambiar tanto el mundo.

Lo que Bruno no sabe es que él no es el único que ha cambiado. Penni ya no rehuye los espejos. Ya no evita su reflejo, ni baja la mirada frustrada. Ahora es capaz de mirarse a los ojos con decisión, porque ya lo ha elegido. Está dispuesta a hablar consigo misma, a rememorar el pasado, a admitir que quizás no tomó los mejores caminos, que terminó caminando por los desvíos incorrectos que no hacían más que alejarla de su destino. Aun le siguen temblando un poco las manos cuando piensa en enfrentarse a su pasado, a analizarlo de verdad, desenterrándolo completamente, limpiando cada ranura para que no quede ninguna mota de duda. El cuaderno y el libro que descansan en su mesilla ya no son un recuerdo desagradable, sino una promesa. Una promesa de un futuro cercano y diferente, esperanzador. No hay prisa, pero el tiempo ha dejado de estar pausado. Las manecillas avanzan y la toman de la mano, conduciéndola hasta la verdad que sabe que va a tener que pronunciar.

Aunque Penni no solo puede culpar del empujón a Bruno, sino también a Luke. A veces las personas que nos empujan hacia delante son precisamente las que también necesitan dar un paso adelante y saltar. No al vacío, no de un precipicio, simplemente saltar. Ya sea con arnés o con paracaídas, de un puente de un avión. Necesitas sentir cómo el corazón se te sale por la boca para darte cuenta de que, después de todo, tu corazón sigue latiendo. Tienes que sentir de nuevo, creer de nuevo que aun estás vivo.

Abre el cuaderno y escribe '¿Qué debería ser esto?', pero no sabe si tiene siquiera el derecho de preguntarse eso, porque, ¿quién debería ser ella? Y, ¿qué clase de relación debería tener con Bruno? Porque responder a otras dos preguntas más rápidas es complicado: ¿qué quiere ser ella para Bruno? Y, ¿qué relación tienen?

Sabe que ha cometido errores en el pasado, aunque desearía poder olvidarlo y con ello borrarlo de su misma existencia. Pero también sabe que no se va a rendir, y tampoco va a permitir ni a causar que nadie se hunda a su alrededor.

ESTO
ES
UN
CUADERNO

Escribe Penni con letras grandes, hundiendo con firmeza la punta del boli en las páginas. Hacía tiempo que no escribía apretando tanto y ya no recuerda por qué dejó de hacerlo de ese modo.

A veces, una marca, una ligera hendidura en el papel, nos puede hacer sentir poderosos de nuevo. Nos puede devolver la confianza de que sigue habiendo cosas que se pueden moldear ahí fuera. Que no todo se basa en dejarse llevar con ligereza por la vida. Que a veces la fura, la rabia, tienen un propósito claro. Y esa determinación puede resultar incluso bella.

Penni mira largo y tendido sus trazos sobre el papel. Sigue con la mirada cada curva y cada línea recta que su letra ha formado. Lo mira tanto rato que empieza a dudar de su forma de escribir, y al mismo tiempo la admira.
Es algo suyo, totalmente suyo, que ha salido de ella sola y que nadie más podría hacer exactamente igual.

A veces, la libertad es tan sencilla que la pasamos por alto.

Ella, sin saberlo, seguía creando. Aunque fuera tan solo trazos sobre un papel, la puerta de su cabeza que conducía a la creatividad no estaba cerrada. Había conseguido colarse en su despacho y conversar con su secretario. Solo faltaba que Penni decidiera una fecha en la que finalmente concertar una cita con todo lo bueno de su pasado. Al poli malo ya lo tenía demasiado visto, y había cosas buenas guardadas tan dentro ella, a las que no iba a renunciar. Solo tenía que aprender a desenterrarlas sin dañar los cimientos de su realidad.