Capítulo 7 "Mía"

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La mañana lo había sorprendido con Becca aferrada a su cuerpo, eran las seis de la mañana y ella seguía dormida, al fin había conseguido lo que tanto buscaba, seducir a la hija de su enemigo, ahora sólo tenía que destruirla, llevarla a los extremos y hacer que su padre sufra.

—Becca, —La movió buscando que despertara—, es hora de despertar.

—Cinco minutos más, —Protestó como una niña pequeña—.

—Becca debes irte, o tendremos problemas.

—Está bien, —Se abrazó resignada a él y le dio un beso—, te amo.

No hubo respuesta a su declaración, aunque tampoco necesito una, se vistió y salió cautelosamente de la habitación para ir a la suya, estaba muy feliz y su alegría la acompañó todo el día, deseaba que fuera de noche para volver a estar con él.

—Has estado muy feliz Becca, —Comentó Rachel mientras bebía algo de jugo, su actitud le parecía extraña y ella quería saber que estaba pasándole—.

—He sido la segunda en sacar las mejores notas del salón, luego de Astrid, —Reapondió—, eso pone feliz a cualquiera, —Mintió tratando de cambiar el tema—.

Las clases transcurrieron con normalidad, aunque la emoción de Becca por ver a Mirt levantó ciertas sospechas en Rachel, en aquella joven resentida y llena de envidia que tenía como pasatiempo fastidiar a los demás, esperó a que las clases terminaran y a que todas sus compañeras salieran del salón para quedarse a solas con Mirt.

—Profesor, ¿podemos hablar un momento?, —Preguntó Rachel acercándose a él—.

—Sí Rachel, dime,  —Contestó mientras ojeaba un listado—, ¿necesitas algo?

—Sí profesor, —Se sentó en el escritorio dejando que su falda se subiera—, no entendí bien la clase y me gustaría que volviera a explicarmela.

—Tal vez, —Le siguió el juego acariciando su muslo—.

—¿Qué tal está noche en su habitación profesor?, —Susurró sobre sus labios—.

—Rachel, Rachel, —Subió su mano hasta su labios y los rozó con el pulgar hasta que ella lo atrapó y acarició con su lengua—, no dejas las malas costumbres.

—Ni las dejaré, nos vemos luego, profesor, —Se levantó guiñándole un ojo con la clara intención de irse, pero él no se lo permitió, la acercó a él de forma abrupta y la apoyó contra el escritorio haciendo que su rostro toque la fría madera—.

—No me gustan las provocaciones Rachel, —Advirtió tomado sus manos con una suya y poniéndolas al final de su espalda mientras se colocaba el preservativo—.

—Alguien podría entrar, —Gimoteó al sentir como retiraba la fina tela que cubría su sexo y la penetraba de un solo golpe—.

—Todos se han ido al comedor, nadie nos interrumpirá, —Volvió a hundirse en ella haciéndola gemir, no era la primera vez que estaban juntos, ambos disfrutaban de tener sexo casual y de entrar en juegos, la penetró una y otra vez sin perder el ritmo, lo hizo rápido así era como le gustaba a él no era de acariciarla o besarla, ella sabía cómo iban las cosas—.

Cubrió su boca para que nadie escuchará los sollozos de placer que sus labios dejaban escapar y siguió embistiéndola una y otra vez consiguiendo que el cuerpo de Rachel vibrara por todas las sensaciones que le había provocado.

—De rodillas Rachel, —Ordenó a la joven que aún  temblorosa obedeció—, ábrela, —Dijo tomando su cabello y atrapándolo en una coleta para poder tener el control, penetró su boca de forma exigente y ella acarició con su lengua la erección que aún no había sido desfogada, pero que se disparó al sentir el metal del piercing rozando la punta del glande, sintió el primer chorro chocar la campanilla al interior de su boca y siguió practicándole sexo oral hasta que la última gota de semen bajó por su garganta—, límpiate, —Le ofreció un pañuelo ayudándola a ponerse de pie, el rímel se había corrido y sus labios habían dejado escapar un poco de sus fluídos. Le tomó unos minutos arreglarse, su descaro no tenía límites y eso era algo que Mirt disfrutaba—.

—Nos vemos en la noche Mirt, —Sonrió—.

—No vengas a mi habitación hoy.

—¿Por qué?

—No estaré, voy a salir, —Mintió—, yo te buscaré.

—Ok, bye entonces, —Salió del salón y se dirigió hasta el comedor para no levantar sospechas—.

—¿Dónde estabas Rachel?, —Preguntó Becca curiosa—, has tardado en venir.

—Estaba presentándole unos trabajos atrasados al profesor Mirt, —Se inventó—, pero bueno eso ya no importa, vamos a cenar.

“Alessandra, ¿puedes escucharme?, mi princesa, ¿estás ahí?"
Escuchó entre sueños que la llamaban, ella sabía a quien le pertenecía esa voz, Alessandro, el hombre que había roto su corazón y que había desaparecido dejándola sola con su dolor”

—Mi dulce princesa, estoy aquí, —Abrió sus ojos encontrándose en una oscuridad absoluta que no le permitía ver—.

—¿Alessandro?, —Pronunció su nombre—, ¿dónde estás?

—Estoy aquí pequeña, —Escuchó decir haciendo que ella se levantara—.

—No puedo verte, —Intentó focalizar su mirada al ver que la habitación se iluminaba—.

—Solo toma mi mano, —La extendió buscando poder tocarla—.

—Alessandro, —Sonrió al ver que su presencia empezaba hacerse notable—, has vuelto, —Intentó correr hacia él, pero unos brazos envolvieron su cintura—.

—Mía, —Susurró alguien en su oído haciendo que se le helara la sangre—.

—No la toques, —Exigió Alessandro—.

—Su alma es mía, al igual que su cuerpo, ya no puedes hacer nada—.

—¿Por qué Alessandra?, ¿por qué lo hiciste?, —La miró agobiado señalándole, sintió sus pies humedecerse y agachó la vista topándose con un charco de sangre que se había formado debido a los cortes que tenía en su muñeca—.

—Descuida mi niña, yo te salvaré, —Volvió a susurrar el hombre al que no podía ver, pero que aún la tenía envuelta entre sus brazos—, eres mía ahora.

Se despertó de forma abrupta y miró sus muñecas, las marcas de su intento de suicidio seguían ahí al igual que sus pesadillas, esas pesadillas que la acompañaban cada noche y que se habían convertido en un completo martirio que la atormentaban sin darle paz alguna.

Mirt "Amor, Dolor y Traición" Cap. 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora