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Durante una cálida mañana de primavera, donde el pasto crecía lleno de vida y las flores florecían hermosamente, hubo un acontecimiento que marcaría la vida de un pequeño niño, algo con lo que cargaría en mente el resto de sus días.

— Si no estaba enfermo, ¿por qué murió él? —cuestionó el pequeño castaño, alzando la mirada hacia el pelinegro a su lado— señor Levi.

Los pueblerinos se habían acercado ante los gritos de una mujer, ahora todos murmuran y observan con pena la escena. Levi por su parte mantuvo una expresión neutra, aunque por dentro hubiera cierto amargo recuerdo que a él también le marcó en su infancia. Siguió con la mirada a los hombres que sacaron el cadáver de la casa envuelto en una manta, la madre de aquel joven lloraba sin consuelo alguno.

— No tienes porque estar enfermo para morir, ni tener un accidente —respondió naturalmente, casi con indiferencia—, la gente también muere de tristeza, mocoso.

Eren ladeó su cabeza y dirigió su mirada esmeralda hacia aquel cadáver. Era un niño aún, pero tenía un entendimiento duro respecto a la muerte, ya que fue criado solo por su madre, la ausencia de una figura paterna obligó a Carla a explicarle a su hijo insistente él porque él no tenía un papá como los demás niños. Desde muy pequeño asimiló el ciclo de la vida, y aunque no es insensible ante el tema, sí tiene una manera bastante cruda de afrontarlo.

"La gente también muere de tristeza" son palabras que han resonado en su cabeza los últimos días. Lo recuerda cada vez que ve aquellos soles dorados enmarcados en rojo, aquella mirada de reflejo solitario, la tristeza en la mirada de Vinna le inquieta más que su belleza. Aquellos momentos en que ella parece perdida suelen llamar su atención, como si una especie de instinto le dijera que algo anda mal, como si de algún modo silencioso pudiera percibir aquel susurro de ayuda, aquella voz inaudible que pide ser rescatada, oculta bajo una tela tejida en belleza, arrogancia y coquetería.

Para Eren, Vinna ya era una escultura de mármol, un mármol agrietado al que solo le ponen atención por su belleza, pero nadie trata de reparar aquellas grietas, a nadie le parece extraño, todo mundo ve normal que aquella mujer sea fría, dura y este al borde de romperse en mil pedazos. Se rompería tanto que ya no habría manera de ayudarla, simplemente se quedaría así, destrozada en el suelo, y la gente la seguirá admirando aún rota, como una belleza trágica.

Sin embargo, para alguien que creció observando esculturas perfectas agrietarse con el tiempo no resulta normal, resulta inquietante y estremecedor. Para él, que ha visto decenas de vidas apagarse en cuestión de semanas, en cuestión de días, que ha visto esculturas agrietarse con un solo golpe y desmoronarse mucho después, para él resulta imposible no hacer algo al respecto, porque más allá de ser un hombre escultor, es humano.

— ¡Ya le dije que no puede simplemente entrar! —dijo Thomas alzando la voz mientras forcejeaba con Eren frente a la puerta de la habitación de Vinna.

No fue difícil para el castaño encontrar la habitación de la pelirroja, solo camino entre los pasillos con aquellos dos sirvientes persiguiendolo, hasta que vió aquella bandeja llena de comida, fue gracias a eso que su instinto le dijo "aquí está".

— Por favor, regresé a su habitación de trabajo —pidió Mina—, no quiero tener que ir a buscar a los guardias, joven Jaeger.

— ¿Ahora si vas a pedir ayuda? —cuestiona Eren aún forcejeando con Thomas— ¿Por qué no has buscado ayuda para tu ama que no quiere salir ni comer?

— ¡Cállese! —exclamó el rubio— ¡Usted no sabe nada! ¡No está en posición de juzgarnos!

— ¡Entonces dime! —reclamó— ¿Qué es eso que abruma a la señorita Vinna?

Girar en el vacío : Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora