¿Cuál era la decisión correcta? ¿Importaba más la cantidad de personas o la fuerza de un sentimiento? ¿Era válido hacer del esfuerzo de una madre algo tambaleante entre valer y ser en vano? Entre la moral y el amor, entre las tradiciones y los sentimientos, entre la vida de un montón de egocéntricos y un hombre amado, ¿Qué tenía más peso? ¿Qué valía más la pena? ¿Era el sentimiento de responsabilidad de una generación que no pidió nada más importante que el sentimiento de haber encontrado a la persona con la que quieres pasar el resto de tu vida? ¿Hacer ambas cosas es posible? ¿Vale la pena correr el riesgo?
Carla no entendía la ilógica y peligrosa manera de actuar de aquellos dos, no entendía porque su hijo se tuvo que enamorar justamente de ella, no entendía porque ella habría de corresponderle a él. Dudaba de sus palabras y sus acciones, ¿no es simplemente aquella joven demasiado caprichosa? ¿no es simplemente una etapa de rebeldía antes del matrimonio? ¿un simple impulso sexual? ¿Realmente había algo más? Carla no es paranoica, la vida le enseñó a la mala que no cuestionarse lo suficiente puede tener grandes consecuencias, pero también aprendió que es de sabios aceptar las respuestas a esas cuestiones tal y como son, no darle más vueltas de las necesarias.
Juraría que lo vio, en la mirada dorada de la joven pelirroja, juraría que vio reflejado en esos iris un sincero sentimiento de dolor por su historia, una franca representación de empatía con su pasado, un verdadero sentimiento de amor por aquel niño que creció sin un padre.
Los observa, en la cocina, como se miran con cariño, como juegan entre ellos con palabras o acciones tontas e infantiles, los escuchaba reír juntos como dos jóvenes normales viviendo su amor. Carla lo entendía, porque conocía perfectamente una relación basada en la lujuria, aunque ella había desarrollado erróneamente sentimientos por aquel hombre, conocía de sobra cómo luce una relación sin amor recíproco, sabía cómo lucía la mirada de alguien cuyo propósito es solo obtener, manipular, usar.
Y aunque le costará admitirlo, veía el amor en la mirada de Vinna.
— ¿Estás segura que quieres ir usando mi ropa?
— Sí, es más cómoda de lo que pensé.
Inconscientemente decidió caminar detrás de ellos para observarlos, veía a Vinna caminando a lado de Eren por el sendero nevado, vistiendo ropas de su hijo como si fueran lo mejor que se haya puesto en su vida. Escuchaba a su hijo más hablador, más risueño y más alegre. Lo vio titubear antes de sujetar la mano de la pelirroja y caminar así el resto del camino a la iglesia, ¿su hijo siempre fue así de avergonzado? De pronto lo desconocía, esa extraña faceta de él jamás la había visto antes, pero ciertamente era lindo para una madre ver así a su hijo.
— ¿Por qué de pronto quisiste visitar la iglesia? —cuestionó el castaño.
— Dijiste que Camelia tocaba el piano ahí —musitó con una sutil sonrisa en sus labios y le miró de reojo por un momento—, me gustaría conocer ese lugar.
— Oh... con que era eso —murmuró.
— ¿Por qué pensaste que quería ir? —preguntó curiosa.
— Nada en especial, no tenía ni idea en realidad. Pensé que quizás mi madre te había dicho algo, pero no se me ocurrió una razón en específico.
— Bueno... me dijo que creciste ahí.
— Ella ayudaba en la iglesia, no tenía quién me cuidará así que siempre estaba ahí mientras ella trabajaba.
— ¿No ibas a clases de religión?
— Sí... pero me quedaba dormido —confesó sonriendo de lado. Vinna soltó una pequeña risa y lo abrazó del brazo— ¿Qué pasa? —preguntó mirándole algo divertido.
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Girar en el vacío : Eren Jaeger
FanfictionEren sabía bien lo que quería así como lo que podía tener. Se dejó cautivar por la rosa roja llena de espinas, una belleza que él no debía tocar, solo podía observar, y lo hizo. Lo hizo tanto que conoció cada defecto y virtud, quedando embelesado. S...