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Era simplemente una niña, sola entre adultos desinteresados. Su infancia no fue muy alegre, y por algún tiempo pensó que toda su vida sería así de incolora y vacía, hasta aquel día en que la música tocó su corazón. Vinna no lo sabía, mucho menos podría imaginarlo. Aquel "hombre" de elegante traje negro y sombrero de copa que tocaba el piano con elegancia y viveza, aquel que por puro instinto reconoció como una mujer, el maestro Camilo era más que un perfeccionista en el piano, era una mujer amante de la música, era Camelia, era madre.

No se parecía en nada a ella, era más un reflejo femenino de su padre, pero aún así, Camelia la reconoció de inmediato, en el momento que sus ojos se encontraron en medio de la multitud y la melodía, supo que quien le miraba con tanta atención y fascinación era su hija, aquella que había dejado en manos de la familia Frik mientras ella trataba de hacer su vida antes de convertirse en madre. Quizás fue egoísta de su parte, pero no se sentía lista para cuidarla, mucho menos para darle una buena vida. Camelia no tenía nada cuando Vinna nació, pero ahora, ocho años más tarde, se sentía con la valentía y la capacidad de ser una buena madre y darle una vida digna.

Leo ni siquiera había notado que su hija ya no estaba a su lado, se sorprendió mucho al ver a la pequeña pelirroja sentada en el elegante banco frente al piano, junto a su verdadera madre.

— ¡Papá! —exclamó la niña al verlo acercarse— ¡Quiero que él me enseñe a tocar el piano! —dijo con entusiasmo, pero no obtuvo respuesta de su padre.

— Ve con tu madre —fueron sus vacías palabras.

El desánimo se notó en la mirada de la niña antes de que se fuera a pasos rápidos. Camilo le clavó la mirada al hombre pelirrojo frente a él.

— ¿Su madre? —cuestionó con burla. Leo no le apartó la mirada amenazante, pero Camilo no se inmuto— Deja que le de clases, yo sí tengo consciencia, es lo minimo que puedo hacer después de abandonarla. Se ve que tiene demasiada energía, apuesto que a veces no sabes qué hacer con ella. Tomar clases de piano la ayudará a distraerse.

Leo se acercó hasta estar a su lado.

— ... Una sola palabra y te mató, ¿entiendes? —murmuró.

— No me amenaces, no estás en posición de hacerlo —advirtió sin titubear.

Después de aquel encuentro, Camilo comenzó a ir a la mansión de los Frik, a pesar del desacuerdo de Mery Frik, quien aún sentía rencor por Camelia, pero poco importó eso cuando dejaron de escuchar peticiones de atención de parte de la pequeña pelirroja.

Vinna encontró la belleza de la vida en la música, encontró la expresión de sentimientos sin necesidad de decir palabras, conoció la sensación de sentir las emociones a flor de piel, el arte del piano y la calidez de la compañía.

— ¿Por qué se viste como hombre? —le cuestionó la pelirroja una vez en medio de una clase.

En ese momento se dió cuenta de lo perceptiva que es su hija. Pensó en quizás decirle una mentira endulzada, pero decidió que no quería ser ese tipo de madre, así que fue sincera con la pequeña.

— La vida es más fácil cuando eres hombre.

— Hmm... pero papá siempre está ocupado.

— Pero nunca está aburrido, además... siempre hace lo que quiere sin importar nada más.

Vinna pestañeó un par de veces mientras observaba a Camilo con cierta confusión.

— ¿Y si te llamas Camilo? —preguntó con inocencia. Ella se rió.

— No, mi nombre es Camelia, pero guarda el secreto, ¿sí? —dijo sonriéndole.

— ¡Está bien! —respondió sonriéndole de vuelta.

Girar en el vacío : Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora