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Comencé a cubrir la escultura con una tela que los sirvientes me facilitaron y le prohibí a Vinna destaparla, lo hice con la excusa de que me faltaban pocos detalles y quería que la viera hasta que estuviera terminada, pero en realidad aquello es mentira.

Ya he terminado la escultura. Sin embargo, aún no quiero dejar de venir.

Es cierto, hay algunos detalles por perfeccionar, pero fácilmente podría terminar en un día si me lo tomó en serio, pero hacer algo como anunciar la escultura terminada es igual a anunciar mi despedida de Vinna, y no quiero eso.

Lo haré, por supuesto que me iré y guardaré mis recuerdos de ella en lo más seguro de mi corazón, atesoraré sus besos y la calidez de sus brazos, guardaré sus lágrimas de tristeza en una caja y las sellaré pidiéndole a la diosa que jamás vuelva a llorar un llanto así. Dejaré grabada su voz y su risa en mi mente, y seguiré mi vida deseando haber nacido noble.

El amor es injusto.

Y mi amor por ella también es silencioso. He tratado de no ser muy obvio, de no mirarla con demasiado anhelo, ni de besarla con tanto amor. Sin embargo, me es imposible no tratarla como un caballero pues ella no merece menos que eso. Y juraría que mi amor es recíproco.

— Basta, dije que no.

— Pero quiero ver...

Algunas veces Vinna es como una mujer hostil, otras veces es como una niña llena de amor, en otras es como una niña caprichosa, o una adolescente que no sabe aceptar un no por respuesta. No me molesta esta situación de detenerla mientras trata de destapar la escultura, es como un juego donde la tengo sumamente cerca y me sobran excusas para tomarla de los brazos, de la cintura, interponerme en su camino, cargarla y alejarla, incluso abrazarla y retenerla contra mi cuerpo.

— No pasará hoy —aseguré, abrazándola por la espalda, arrastrándola al otro extremo de la casa de cristal mientras ella ríe y hace un vago intento de zafarse de mi agarre. Le doy la vuelta para mirarla a la cara y la atrapó entre el piano y mi cuerpo—. Eres tan inquieta.

— ¿Cuándo vas a terminarla? —cuestiona sonriente, sé que está de buen humor.

Creo que ella no se da cuenta, pero es bastante cariñosa cuando está alegre por algo, en este caso, está emocionada por la escultura.

— ¿Por qué la urgencia de verla? —cuestioné con mis manos apoyadas en la madera del piano y Vinna entre mis brazos.

— Quiero saber como me veo desde tus ojos.

Sus ojos llenos de curiosidad me observan, como un niño a su juguete favorito. Como un puberto observa aquel juguete que se convirtió en el favorito de su infancia, aquel del que no quiere deshacerse aunque sabía que era algo temporal.

Veo cariño en su mirada, siento la esencia de una pronta despedida en el aire. Lo sé y ella también, ambos somos conscientes que estos encuentros terminarán pronto, pero ninguno se atreve a hablar al respecto.

— Te ves como una rosa roja a la cual solo pude mirar embelesado y acariciar sus pétalos con sutileza, como una rosa roja que no pude tomar para mí.

— ¿Ahora también quieres ser poeta o algo así? —cuestiona burlona, pero cariñosa. Una mezcla extraña que solo me inquieta.

— Tú querías saber como te veo, así es como me siento al respecto. Dudo mucho que transmita esa sensación en la escultura. Lo que comprenderás con ella será algo más.

— ... —me observa pensativa, con su cabeza ligeramente inclinada hacia un lado— Quiero pedirte algo, Eren.

— ¿Qué cosa?

Girar en el vacío : Eren JaegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora