Capítulo IV

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En cuanto la chiquilla se fue, Elena y Sara miraron a María, exigiendo una explicación.

Esta, encogiéndose de hombros, repuso:

-No es nada importante, chicas. No os preocupéis, es una tontería.

-!¿UNA TONTERÍA?¡-Chilló Elena.-¡Una madre, María! ¿Es eso una tontería? ¿Lo que anhelan muchos niños, si no todos, de aquí, del orfanato? ¡¿Una tontería?!-No podía creer lo que salía de la boca de su amiga.

Sara permaneció en silencio, pensativa.

María dijo:

-Si me dejáis explicarme, seguramente lo entenderéis...

-No creo que entendamos el hecho de que rechaces irte con una mujer que, sea tu madre o no, quiere acogerte en tu casa, pero adelante. Explícate.- Replicó Elena, cortante.

María comenzó a relatar lo que había ocurrido en el despacho de la directora. Pero las caras de sus amigas no cambiaron de manera positiva. Es más, el rostro de Elena fue ensombreciéndose con cada palabra.

Cuando hubo terminado, se hizo un profundo silencio.

Sara y Elena la miraban, escépticas. Pasados unos segundos, Elena se levantó, y sin mediar palabra, abrió la puerta y salió al pasillo.

Y María se quedó a solas con Sara, sintiéndose idiota. Ella sólo la miró fijamente.

María habría preferido que su amiga le gritase o se fuera de la habitación, como había hecho Elena.

Pero no; simplemente se quedó observándola, en silencio. María podía percibir un millón de pensamientos cruzando la mente de su amiga, pero le era imposible adivinar qué opinaba exactamente, pues su rostro se mostraba impertérrito.

-¿Vas a decir algo...?-musitó.

Y Sara seguía taladrándola con la mirada. De pronto María se acordó de aquella pesadilla, hacía unos años...

Instintivamente, se echó hacia atrás. Pero luego recordó que estaba frente a su amiga, y no esa extraña versión que le había presentado aquel sueño.

Ignorando por completo el gesto de María, la chica siguió examinándola.

Ella se asustó. Era verdad que Sara era muy callada en las discusiones, y se quedaba pensativa cuando ocurrían, pero no solía ignorar una pregunta.

-Sara...¿te ocurre algo?

Habiéndose despertado de su pequeño trance, Sara recuperó el color de sus mejillas, y sus facciones se volvieron menos tensas, como le solía ocurrir cuando pensaba.

-No, tranquila.

Se hizo otro incómodo silencio, en el cual ambas se limitaron a mirarse fijamente.

Finalmente, Sara lo rompió, diciendo:

-Sabes que Elena tiene razón.

Ella respondió, molesta porque sus amigas no comprendiesen su punto de vista:

-Ya, pero...

-No hay ninguna excusa posible, María. Ni siquiera la conoces. Has rechazado ir con tu madre por el simple prejuicio de que ella no haya querido venir a por ti durante todos estos años, y lo sabes. Eres consciente de que no estás siendo justa.

María fue a intervenir, pero Sara continuó, sin darle tiempo a articular palabra:

-Elena está muy dolida. Creo que opina que eres imbécil. Y déjame decírtelo, lo estás siendo bastante. Ella lo cambiaría todo por tener a sus padres de vuelta, eso seguro. Y ver cómo tú rechazas esta oportunidad sin titubear le debe de sentar como una bofetada en pleno rostro.

Arcanum: La heredera perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora