Capítulo VIII

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Alicia se quedó sola en la cocina. María se acababa de ir hacia su cuarto para meterse en la cama, y ella se estaba terminando la tortilla francesa que le había preparado su hija, un gesto que le había resultado muy conmovedor.

Estaba pensando en el bello momento que había tenido con María cuando su teléfono comenzó a vibrar. Lo sacó y leyó el nombre que aparecía en la pantalla. Olivia. Sonrió. Le apetecía bastante hablar con su hermana melliza. Se lo colocó en la oreja.

-¡Ali!- gritó una voz conocida al otro lado de la línea.

-¿Qué tal, Oli? - respondió ella, sonriendo.

-He estado intentando llamarte durante todo el día. ¿Qué has estado haciendo, chica? ¿No has visto mis mensajes ni nada?

-No he mirado el móvil en todo el día, lo siento.

-Bueno, no pasa nada.- Dijo ella, restándole importancia.- Te llamaba para decirte que mañana me vuelvo a Madrid. ¡Ya puedo ir a conocer a mi fantástica sobrina!

Alicia se puso muy contenta. Su hermana generalmente viajaba una vez al mes al extranjero por trabajo, y esta vez había coincidido con la llegada de María, de modo que aún no se habían conocido. Olivia sólo había visto fotos de su sobrina de pequeña, y María no sabía ni qué aspecto tendría su tía.

<<Aunque, considerando que somos mellizas, probablemente se lo imagine.>> Pensó Alicia.

-Estoy deseando conocerla. Después de todo lo que me has ido contando estos días...

A diferencia de sus padres, Olivia siempre había sabido de la existencia de su sobrina. Las dos hermanas eran como mejores amigas, y se lo contaban todo.

De hecho, Olivia le había ayudado con su propio sueldo a ahorrar una gran cantidad de dinero, el suficiente para poder mantener a María.

Su hermana seguía hablando y hablando, sin pausa, como solía hacer siempre, sobre lo genial que sería conocer a María, lo que harían juntas, y otras mil cosas que tenía planificadas para hacer con ella.

Alicia casi sintió compasión por su hija. Su hermana era muy jovial y fiestera, y le gustaba vivir al máximo, en contraste con la tranquila personalidad de ella. Sabía que no dejaría respirar a María ni un minuto, y se apresuró a prevenirla:

-Olivia. - dijo, interrumpiendo la charla de esta. - Quiero que sepas que mi hija tiene un carácter parecido al mío. Es tranquila, y por lo que he podido observar, no se siente cómoda con mucha gente alrededor, y menos aún siendo ella el centro de atención. Te conozco, así que, por favor, no la agobies demasiado.

Su hermana soltó una risa.

-Está bien, está bien. Pero eso no va a impedir que hagamos planes juntas.

-Por supuesto que no. - respondió, poniendo los ojos en blanco.

-Bueno, te tengo que dejar. Mañana nos vemos.

-Adiós.

***

María se despertó con un jarro de agua fría en la cara, y una voz que le gritaba al oído:

-¡Arriba perezosa! ¡Son las seis y media de la mañana! ¡Tienes media hora antes de que empiece tu entrenamiento!

Reconoció enseguida ese deje burlón en el tono, que sólo podía pertenecer a una persona:- Alan-gruñó. Y luego cayó en la cuenta de que estaba con su pijama con estampado de nubecitas. Cubriéndose como pudo con la manta, exclamó;- ¿¡Qué haces aquí!? ¿¡Cómo has entrado!?

-Se suele hacer por la puerta. Aunque te lo parezca, no soy Spiderman, ¿sabes?

-¿Mi madre te ha dejado entrar?

Arcanum: La heredera perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora