Capítulo XX

40 7 114
                                    

En cuanto los suaves labios de María rozaron los suyos, el mundo entero se desvaneció a su alrededor. Llevaba tanto tiempo esperando aquello... Una sensación de calidez comenzó a extenderse por su cuerpo y se asentó en su pecho, dentro del cual su corazón latía a una velocidad desbocada, enviando descargas eléctricas que le ocasionaron demasiados sentimientos a la vez. Su respiración se volvió irregular, y notó cómo la chica exhalaba un suspiro contra su boca.

Fue entonces cuando cayó en la cuenta de que María no estaba sobria, de que no pensaba con claridad. Aunque esa verdad le escoció, pues no sabía si lo que la había inducido a besarlo había sido el alcohol o sus sentimientos, no podía recriminarle nada. Se apartó de su boca, frustrado, y tras respirar profundamente varias veces empezó a guardar el ordenador en su funda. Luego agarró por los codos a María, que se encontraba muy confundida en esos momentos, y la guió suavemente hasta la cama, donde la instó a tumbarse y la tapó con una manta. Necesitaba dormir.

-Buenas noches.- Masculló, yéndose rápidamente del lugar.

Según estuvo fuera, se pasó las manos por el pelo nerviosamente. Tenía que hablar sobre aquello con María. Si es que se acordaba. Aunque, de no ser así, tendría que contárselo, ¿no? No le parecía muy justo seguir el beso sin que la otra persona supiese realmente lo que pasaba. Sentía como si se hubiese aprovechado de ella.

Ya había llegado al orfanato. Cerró los ojos, enfadado consigo mismo, y entró en el edificio.

***

La cabeza de María daba vueltas. No tenía ni idea de lo que acababa de pasar, y tampoco se encontraba en condiciones de pensar en ello. Cerró los ojos, apoyando la cabeza sobre su mullida almohada, y se durmió casi al instante.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Kyla soltó un gruñido cuando sintió la luz cegadora del sol, que se colaba entre los verdes árboles. Se incorporó lentamente, y en cuanto se puso de pie, notó un fuerte y punzante dolor en la cabeza. Se llevó la mano a las sienes, dando un traspié hacia atrás.

Olgar la observaba con una ceja enarcada.

-Pareces haberlo pasado en grande esta noche.

Su voz, aunque era suave y profunda, en aquellos momentos le resonó en los oídos, acentuando su malestar.

Iba a contestar, pero en su lugar se apartó a un lado y vomitó sobre unos matorrales.

Nía, que había aparecido justo a tiempo de ver eso último, arrugó la nariz, mientras que el anciano miraba a Kyla con reprobación en sus ojos.

-¿Tú sabes que eres muy joven para beber y que no estás en situación de emborracharte?- la reprendió, poniendo las manos en las caderas.- Si alguien te hubiera encontrado por ahí borracha por la calle...- Se calló un momento, pensando en algo.- Espera, te has quedado dormida en tu casa, ¿verdad?

De nuevo, la muchacha abrió la boca para responderle, pero en ese instante, Axel se levantó a su lado. Parece ser que también había decidido descansar en Arcanum por un rato más.

Ella se quedó mirándolo, todavía mareada, hasta que Olgar se aclaró la garganta.

-¿Y bien? ¿Estás en tu casa, o me tengo que preocupar porque estés tirada en cualquier rincón de la calle?

-Eh... yo... no me acuerdo.

Axel enarcó una ceja.

-Sí, está en su casa.- Respondió por ella.

Kyla se giró, sorprendida, para encarar al chico.

-Oye, ¿y tú cómo sabes que...?- cerró la boca, pensando.- ¿Me estás espiando?

Arcanum: La heredera perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora