Capítulo XIX

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María estaba saliendo del instituto cuando oyó los pasos apresurados de Alan detrás de ella. Ignoraba el porqué, pero últimamente se sentía rara alrededor del muchacho. Notaba miradas, comentarios, reacciones... cosas que siempre habían estado allí presentes en todos sus años de amistad, pero en las que nunca antes se había detenido a pensar. No sabía muy bien cómo interpretarlo, así que aquellos días los pasaba evitando cruzarse con él.

-¡María!

Se dio la vuelta, con pregunta en su mirada. Cuando el muchacho llegó a su altura, ella se quedó mirándolo, esperando a que dijese algo. Al ver que no lo hacía, interrumpió el silencio.

-¿Qué?

Alan se limitó a mirarla con extrañeza.

-¿Qué de qué?

-Que qué querías decirme. Me has llamado.

-Ah, no era por nada. Quería que me esperases para ir juntos, que el camino es el mismo.

Era verdad. La casa de María sólo estaba a unas calles del orfanato, por lo que tenían que tomar la misma vía.

-Ah.- Se limitó a contestar la otra.- Vale, por mí bien.

-Te veo comunicativa hoy, ¿eh?

-Supongo. Estoy cansada, eso es todo.

-¿Y eso? ¿has vuelto a dormir mal o...?

-No, no es... Espera, ¿tú cómo sabías que yo...?

Él se limitó a poner los ojos en blanco.

-Oh, vamos, no te creas que no se notaba lo mal que dormías en verano. No sé por qué, pero estabas continuamente ojerosa y bostezando. A ver, eso de estar siempre en las nubes es algo normal en ti, pero lo de pasar los días exhausta no es muy habitual. Cualquiera que te conozca un poco se habría dado cuenta.

-Ah, pues... no. Duermo perfectamente, gracias.- Dijo, nerviosa y extrañada por la conversación a partes iguales.- ¿Qué tal tu día?

-Considerando que ha sido prácticamente igual que el tuyo, eso es un pobre intento de cambiar de tema, querida María.- Se burló Alan, a lo que la chica enrojeció un poco, riendo.

-Vale, pues ¿de qué quieres hablar? ¿Del tiempo?

-Por dios, ni que tuviéramos ochenta años. Estaba pensando en proponer que quedemos algún día... No sé, hace mucho que no hacemos nada juntos. Bueno, quitando lo del partido de fútbol, que estoy seguro de que aceptaste sólo para contradecirme. Me refiero a que, en general, últimamente no salimos por ahí tanto como antes. Sólo si te apetece. Es como si, después de lo de Sara...

-Vale, lo pillo.- Lo cortó María, viéndose incapaz de ahondar en el tema de su amiga convaleciente. -Sí, podemos ir a algún sitio... Hoy no puedo, pero no estaría mal otro día. - Sin saber qué más decir, añadió.- Hablaré con Elena, seguro que quiere apuntarse.

Le pareció ver que el chico ponía una mueca decepcionada, pero fue tan fugaz que dudó sobre si había sido producto de su imaginación.

No tuvo demasiado tiempo para pensar en ello, porque dio un traspié que casi hizo que terminara en el suelo, a lo que Alan estalló en carcajadas.

-Y el premio a la torpeza es para...¡María Allard!

-Cállate, pesado.

Él se llevó una mano al pecho.

-Me ofendes con tus hirientes palabras.

-Oh, pobrecito.- Ironizó María de vuelta, haciendo rodar sus ojos.

Arcanum: La heredera perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora