Capítulo XXI

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Exhaló un suspiro de asombro. Conocía muy bien ese rostro: aquella tez morena, los mechones castaños, esa boca que normalmente portaba una sonrisa pícara aunque en esos momentos se mostraba emocionada, esos dientes blancos y aquellos ojos marrones que podían transmitir tantas cosas a la vez...

-¿Alan?- susurró.

-Me sorprende que todavía no lo hubieses deducido, María.-murmuró él en respuesta, bajando también la voz.

La chica simplemente entreabrió los labios, a lo que él posó su mirada sobre ellos. De repente, un trueno resonó sobre sus cabezas, y comenzó a llover. A pesar de ello, los dos jóvenes ni siquiera le prestaron atención, pues estaban demasiado ocupados mirándose mutuamente, sintiéndose el uno al otro, con los rostros próximos y las respiraciones aceleradas.

La mano de Axel se movió, agarrando un mechón de pelo de Kyla y situándolo detrás de la oreja, para quedarse en su nuca. Ella se aproximó todavía más.

Fue el muchacho quien finalmente tomó la iniciativa. Estampó sus tiernos labios en los de ella, a lo que el cuerpo entero de la chica reaccionó, devolviéndole el beso y subiendo las manos a su cabello castaño.

Kyla cerró los ojos. Sus labios eran dulces, gentiles, pero a la vez destilaban una gran emoción e inquietud. Notó que la otra mano del chico se posaba en su cintura con delicadeza, mientras que la que ya estaba en su pelo se hundía más en aquella mata negra, acariciándolo suave y cariñosamente.

Se separó un momento para tomar aire, jadeando, y sonrió al notar las gotas de lluvia sobre su rostro. Toda ella estaba empapada, al igual que Axel, cuyo pelo mojado se le pegaba a la cara.

El sonido de otro trueno marcó el inicio de su siguiente beso. Y del siguiente. Y del de después de ese. Allí, bajo la lluvia, intercambiaron infinidad de besos, miradas y caricias, iluminados por la brillante luna, ahora rodeada de nubes, rayos y relámpagos.

Los cantos de las hadas comenzaron a sonar cada vez más y más fuerte, elevándose en un armonioso eco que se perdía en la tormenta.

Cogidos de la mano, regresaron al lugar en el que dormía el resto, con Axel delante, guiando y apartando ramas y obstáculos del camino de Kyla.

Se detuvieron abruptamente en cuanto escucharon los cascos de un caballo no muy lejos de ellos. Inmediatamente, Axel tiró de ella para esconderlos a ambos tras un matorral y contemplaron, expectantes, el bosque a su alrededor.

Delante de ellos apareció un caballo. Su pelaje blanco brillaba con el resplandor de la luna y le daba un aspecto plateado, mágico. Pero lo que más impresionaba del animal no era aquello, sino el gran cuerno que emergía de su cabeza, refulgiendo con una luz especial.

-Un unicornio.- Susurró Kyla, maravillada. El chico asintió.

Levantándose y saliendo de su escondite, la muchacha se acercó al animal; sentía como si un imán en su pecho la atrajese hacia la criatura. No sabía muy bien cómo explicarlo.

Cuando llegó hasta él, casi esperando que huyera, alzó la mano, temblorosa, hasta dejarla delante del unicornio, aunque sin tocarlo. Inicialmente, el animal se apartó, desconfiado. Kyla lo miró a los ojos, unas preciosas esferas violáceas que, en cuanto le devolvieron la mirada, se quedaron unos largos instantes posados sobre los de ella. Después, el unicornio se aproximó hacia donde estaba y colocó su hocico bajo la mano de la chica.

-¿Cómo...?- Comenzó Axel, saliendo también de donde estaba con cara de confusión. La criatura retrocedió hacia la negrura del bosque...

-No, no te vayas.- Suplicó Kyla al animal.- Este es Axel. Es un amigo.- El aludido levantó las cejas.- Sé que parece un poco tenebroso y da algo de miedito, pero es de los buenos.

Arcanum: La heredera perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora