catorce. quemándose

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catorce
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quemándose

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EN MIS PRIMEROS AÑOS, me enseñaron que hace unos 300 millones de años, la humanidad simplemente no existía

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EN MIS PRIMEROS AÑOS, me enseñaron que hace unos 300 millones de años, la humanidad simplemente no existía. Justo al comenzar el período Carbonífero, las plantas terrestres vasculares comenzaron a brotar con las grandes liberaciones de carbono ilimitado. Una densa masa de plantas y más plantas se apoderó de la tierra, extendiéndose por kilómetros.

Era hermoso, sin la humanidad.

Aunque, las plantas, no eran lo único que habitaba el planeta. Si no era la humanidad, siempre era otra cosa, ¿no? Al igual que ahora. En los años en que las calles de Atlanta no habían visto más que la luz del sol y el aire limpio, florecieron. La ciudad había adquirido pequeñas colonias de musgo y de hiedra crecida que subía por los lados de los edificios y que florecía en las zonas con luz solar directa.

En cierto sentido, era hermoso, pero un tipo de belleza aterradora.

Aunque la época de los primeros años de vida parecía pacífica y serena, en ella se encontraban algunos de los mayores insectos que jamás hayan existido, como escorpiones de un tamaño diez veces superior al actual, y escarabajos agrandados. Todo este tiempo después, todavía se nos presentaba una amenaza. No insectos, sino en esta etapa, un virus. Un virus andante del que teníamos que huir, todos los días. El mismo virus del que huía en ese momento, los muertos descompuestos detrás de un chico herido y yo.

Me giré un instante, apuntando con el cañón de mi pistola al grupo de caminantes que había detrás de nosotros. Mi dedo se deslizó naturalmente en las curvas del gatillo, tirando hacia atrás, nada más que un clic saliendo del arma.

—Mierda, estoy fuera—.Le dije a Noah, empujando el objeto inútil en mi bolsillo trasero.

Hizo todo lo posible para mantener mi ritmo, apretando la cara a través del dolor con respiraciones cortas y profundas.

—¿Tienes un cuchillo? ¿Algo más?—

Le agarré del brazo, ayudándole a avanzar antes de que sus piernas se desplomaran sobre él.

𝐂𝐎𝐋𝐃 𝐇𝐀𝐍𝐃𝐒 | ᶜᵃʳˡ ᵍʳⁱᵐᵉˢ ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora