• . . • . ⋆₊⊹Eggsy no es el único candidato para convertirse en el nuevo Lancelot. Harry tiene a su hija, Anahid Hart: letal, brillante y con una lengua tan afilada como sus cuchillos. ¿El problema? El problema es que, aunque tiene todo lo nec...
—¡La que debe cerrar la puta boca eres tú, maldita analfabeta! —me gritó Amaya, acercándose a grandes pasos, rebosando enojo.
—Te aseguro que voy a destruirte —añadió, más calmada, con esa sonrisa de superioridad que tanto me irritaba. —No durarás ni una semana, maldita —amenazó, mientras yo mantenía una expresión divertida.
—Y yo te aseguro que deberías calmarte —traté de sonar tranquila, aunque me estaba encendiendo por dentro. —Tu voz me irrita —dije más bajo, entrecerrando los ojos y haciéndole un gesto para que bajara el tono.
—¡La que es un dolor de cabeza eres tú! —chilló de nuevo. —Y tú eres un dolor en el culo —respondí seca. Estuvo a punto de replicar, pero la detuve con un suspiro.
—Cierra la boca. Ya pasó tu hora de dormir: lávate los dientes y vete a la cama. —Negué con el ceño, y tomé a Eggsy del brazo para largarnos de allí.
Él observaba todo en silencio, ni se atrevía a abrir la boca. En cambio, los demás alentaban a Amaya para que me partiera la cara.
—¡Eres una maldita, te aseguro que me las pagarás! —gritó Amaya con furia. Yo seguí caminando, arrastrando a Unwin sin mirar atrás.
—Yo creo que te lo merecías —dijo Charlie en tono burlón.
—Carajo, Anahíd, recuérdame nunca discutir contigo —soltó el castaño divertido. Yo solo ladeé la cabeza con una sonrisa.
Me fui a los vestidores, me bañé, me lavé los dientes y saqué ropa del casillero que me habían asignado. Me vestí y volví directo a los cuartos.
Cuando entré, todos me miraron. Los ignoré y caminé hasta donde estaban Roxy, Amelia y Eggsy. Cada uno estaba en su cama; me acerqué y me senté en la mía.
—Hola. Quiero saber si todavía quieren hablarme... después de que me gané el título de enemiga número uno de la autoproclamada abeja reina —pregunté, directa.
Todos lo pensaron unos segundos. —Sí —habló Eggsy primero. —¿Por qué no te hablaríamos? —añadió, curioso.
—No lo sé, tal vez porque tener una enemiga aquí les haría el trabajo más difícil... —dije insegura. —Esto tenía que pasar. En todos lados existen este tipo de personas —aclaró Roxy, hablando por todos.
—¿Entonces no me odian? —No —respondieron Amelia y Eggsy al unísono. —Bien... —suspiré— es un alivio. —Cualquiera en tu lugar se enojaría —apunto Roxy mientras me lanzaba una mirada suave.
Sonreí al darme cuenta de que, apenas en el primer día, ya tenía amigos... y también enemigos.
Miré el reloj: diez y media. El tiempo volaba. Recordé lo que Merlin había dicho: a los reclutas se nos levantaría muy temprano, y era necesario descansar bien para rendir en el entrenamiento.
—Buenas noches. Les recomiendo dormir antes de que sea más tarde. Es obvio que mañana será un día duro, largo, y que nos van a levantar jodidamente temprano —advertí, bostezando.
—Buen consejo —dijo Eggsy con sarcasmo. —Bien, haz lo que quieras. Mañana las trompetas sonarán a las cinco en punto. —Si tú lo dices —replicó burlón. —¿Qué apostamos? —pregunté con malicia.
—Lo que quieras. Todo o nada —dijo, haciéndose el valiente. —Perfecto. —Me levanté y le estreché la mano —Iré pensando qué pedirte. —Oh sí, si que lo harás —contestó él, con burla.
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