• . . • . ⋆₊⊹Eggsy no es el único candidato para convertirse en el nuevo Lancelot. Harry tiene a su hija, Anahid Hart: letal, brillante y con una lengua tan afilada como sus cuchillos. ¿El problema? El problema es que, aunque tiene todo lo nec...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Los sollozos se le escapaban de los labios, incontrolables e infantiles. Como si toda su vida —de niña, de adolescente, de veinteañera confundida— se le derramara al fin entre los dientes.
La rubia no dijo nada. Absolutamente, nada, tampoco hizo falta, un abrazo y una taza de té fue lo único que se necesitó.
—La chimenea ya está encendida y en el sofá te dejé un té de manzanilla— le indicó la rubia mientras acariciaba su espalda en un gesto reconfortante.
Ambos adultos observaron entrar a la chica y cuando estuvo bastante lejos empezaron su conversación.
—¿Qué mierda le pasó en la cara?— la pregunta de Amber salió como un torpedo. De golpe y con enfado. —Tu sobrina sacó de quicio a la agente Colombina— soltó simple sin tapujos.
—¿Y eso es excusa para las marcas de su cuello y rostro?— preguntó entre irónica e irritada.
Axel suspiró sin dar respuesta, lo único que quería era terminar con la misión y largarse.
—Me pidieron que te informara algo— cambio de tema el hombre tomando un expediente del capó de su auto. —Casi tenemos a Valentine. Harry fue a América, según fuentes Valentine probará algo en una iglesia de un pequeño pueblo a las afueras de Kentucky —
—Me necesitan ahí— comprendió la rubia mientras se masajeaba la sien con cansancio —Si— afirmó el hombre
—Otra cosa— la detuvo al ver que tenía intención de irse —Ya saben quién pasó las pruebas y quién es el nuevo Lancelot — lo siguiente que diría tenía que decirlo con cuidado.
La rubia alzó una ceja expectante apartando la vista del documento que tenía en mano.
—¿Fue el de Harry?— musitó Axel negó —Fue la de Percival— declaró analizando su reacción.
—Roxanne— murmuró Axel asintió —Tienes cuatro horas para partir—
Amber entró llamando mi atención y haciendo que dejara la taza en el lugar donde antes reposaba.
El vapor del té me escocía la cara.
Tenía raspones, magulladuras. El aire me ardía. Amber entró y su presencia llenó la habitación de un silencio tenso deje aleje la taza de mis labios sintiendo mis manos temblar.
Ambas nos miramos sin saber qué decir, suspiré mientras apartaba los mechones rebeldes de mi rostro y la pregunta se escapó de mis labios antes de poder ponerle freno.