• . . • . ⋆₊⊹Eggsy no es el único candidato para convertirse en el nuevo Lancelot. Harry tiene a su hija, Anahid Hart: letal, brillante y con una lengua tan afilada como sus cuchillos. ¿El problema? El problema es que, aunque tiene todo lo nec...
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Llegamos al vestidor seis porque, según Ann, le dijeron que al que me quería llevar estaba ocupado. Entramos y me quedé paralizada al ver un diminuto vestidor.
—¿A dónde, arriba o abajo? —pregunté mientras me sostenía de lo primero que encontré a mi alcance. —Ninguno, en realidad —respondió, desacomodando uno de los tacones que había en una esquina de los estantes.
Segundos después sentí el piso temblar un poco. Asustada de que fuera un sismo, voltee a ver a Amber, pero al girar noté que la habitación era diferente a como estaba antes. Era un pasadizo secreto o algo así, donde había armas y ropa.
—Mierda, mierda, mierda... ¿y más mierda? ¿Este es el paraíso? —bramó la peli negra con la boca abierta.
—Diablos, sabía que te iba a gustar, pero no creí que tanto. Por lo único que te vi babear tanto fue por el niño ese... Unwin —se burló la rubia.
—Gracioso —solté sarcástica. —Lo sé. Esto es increíble: ropa y armas en un mismo sitio. ¿Dónde estuviste todo este tiempo, closet del cielo? —dijo, justo lo que la menor pensaba.
Amber caminó hacia una pared donde colgaban miles de armas... y unos tacones negros hermosos. No tan bajos, pero lo suficientemente altos para verse bien y pelear sin comerse el piso. Perfectos, según la futura agente.
—Esos tacones que miras embobada son unos Saint Laurent. Pruébatelos, veremos si son tu talla —ordenó la rubia. La peli negra obedeció y se los probó.
—Perfectos —dijo, parándose y modelando un poco, moviendo el cabello ondulado exageradamente. —Bien, ahora siéntate de nuevo, no quieres rebanarte un pie —advirtió seria.
—Ahora ve la punta del tacón. Aplica un poco de presión y sácala. —Ella hizo caso y, al presionar ligeramente, el tacón se aflojó. Lo sacó rápidamente y allí apareció una pequeña navaja.
—Wow... increíble —dijo entre risas. —Ahora aprieta de nuevo —ordenó Amber, y la menor obedeció. La cuchilla se hizo más grande, casi del largo desde su codo hasta la mano.
—No inventes... —dijo ahora con la boca abierta. —Aprieta otra vez, con cuidado. Se hará pequeña de nuevo. Luego guárdala en el tacón —explicó.
La peli negra hizo todo lo que le ordenó, y el tacón volvió a la normalidad. —Y del otro lado es lo mismo —aclaró la rubia.
—Ahora tengo una pequeña pregunta —dije pensativa. —Soy todo oídos —sonrió Amber. —Cuando quite el cuchillo en medio de la pelea... ¿me quedaré sin tacón? Será difícil pelear sin apoyar el talón. —
—Por algo tomaste clases de ballet, Anahíd —se burló la rubia. Abrí y cerré la boca varias veces, sin saber qué objetar.
—Bien, tienes razón. Pero... ¿y las demás agentes? —repliqué con una ceja arqueada. —Relevé —respondió Amber tomando la postura perfecta. Rodé los ojos y di la conversación por terminada.