• . . • . ⋆₊⊹Eggsy no es el único candidato para convertirse en el nuevo Lancelot. Harry tiene a su hija, Anahid Hart: letal, brillante y con una lengua tan afilada como sus cuchillos. ¿El problema? El problema es que, aunque tiene todo lo nec...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
A la mañana siguiente me levanté un poco tarde. Al abrir los ojos, encontré a la mayoría aún dormidos. —¡Cuánto me gustaría estar en su lugar!— pensé.
Pero necesitaba mejorar en mi puntería y resistencia. Debía aumentar mi rendimiento rápido o me quedaría atrás.
Me levanté, arreglé la cama y salí hacia las duchas. Al entrar, fui despojándome de la ropa y me percaté de que no había nadie. La mayoría, por no decir todos, seguían dormidos. Me daban un poco de envidia, pero como dije: no quería quedarme atrás. No quería ser eliminada habiendo llegado tan lejos. Vine aquí por todo o nada, y me iré con todo o nada. Sí, estaba pensando en grande.
Después de ducharme y vestirme, me dirigí al comedor en busca de algo para comer. Solo había unas pocas personas, completamente inmersas en su mundo, ignorándome. Entre ellas estaba Charlie, a quien menos quería ver en ese momento. Pasé por su lado haciendo caso omiso a todas las miradas de sus amigos. Tomé una bandeja estilo almuerzo escolar, con una manzana verde, un jugo de naranja y un vol de macarrones con queso.
Salí disparada, sin querer perder más tiempo, y me dirigí al campo de tiro. Allí me senté en el suelo y devoré la comida. Cuando terminé, me levanté, busqué las armas que usaría y me puse el cinturón donde coloco todo.
Me dispuse a disparar a todos los blancos que veía. Primero los de corta distancia, luego cambié a media y finalmente a larga distancia. Pero en los blancos de larga distancia la cagaba.
Disparé a todos, apreté el botón para que los blancos regresaran y revisé: acerté todos los de corta y media distancia, pero en los de larga... no. No había dado en el centro de ninguno. Me frustré y lancé los blancos a la basura con enojo.
Lo intenté una y otra vez. Fallaba y fallaba, pero seguía intentando. Estaba empezando a cansarme. Miré el reloj: llevaban tres horas y aún no lo lograba.
—¡Maldita sea! ¿Por qué es tan difícil? —grité con enojo.
—Tranquila, linda. No hagas berrinches con un arma en la mano, podrías lastimarte... o a los de tu alrededor.
Me giré con furia y me encontré con Eggsy, regalándome una sonrisa tranquilizadora. Pero mi mirada borró esa sonrisa y lo dejó con una mueca.
—Anahid —advirtió. —Eggsy —respondí. —¿Qué se te ofrece en este instante menos oportuno? —pregunté con mi mejor sonrisa fingida.
—Vine a practicar y me encuentro contigo tratando de matar a alguien... que podría ser yo si sigo hablando —espeto.
—Bien, como tú dijiste: no quieres morir, ¿verdad? Entonces te recomiendo que salgas. Mira, no es personal... bueno, algo sí, pero bueno... ¡largo! —exclamé.
Él no fue a la salida. En lugar de eso, se dirigió a los casilleros de armas, eligió una y comenzó a disparar, ignorándome.
—¿Por qué quieres practicar en un día libre cuando tienes el puntaje más alto en disparo? Eres excelente —le reproché.