• . . • . ⋆₊⊹Eggsy no es el único candidato para convertirse en el nuevo Lancelot. Harry tiene a su hija, Anahid Hart: letal, brillante y con una lengua tan afilada como sus cuchillos. ¿El problema? El problema es que, aunque tiene todo lo nec...
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Me encontraba entrenando cuerpo a cuerpo con Elizabeth, una de las bravuconas de Amaya. La orden era simple: una pelea amistosa. Merlín nos había advertido con claridad: nada de golpes sucios ni jalar el cabello.
Pero cada vez que lanzaba un puño, ella intentaba tomar mi trenza.
Yo esquivaba, sin querer usar demasiada fuerza contra ella. Pero lo hacía difícil.
—El tiempo se acaba —nos reprochó Merlín.
Elizabeth, desesperada, lanzó una patada directa a mi cara. La esquivé por centímetros. Y ahí me harté: le di un golpe en la pierna que la dobló de dolor. La sujeté de los brazos, me impulsé hacia arriba, rodeé su cuello con mis piernas y la derribé contra el suelo. El grito de dolor fue inmediato.
El público estalló en chiflidos y aplausos. Yo solo miré a Merlín, quien me respondió con un leve asentimiento de aprobación. Luego busqué con la mirada a Eggsy y Roxy: ella parecía sorprendida, él aplaudía y silbaba como si estuviera en un estadio. Les sonreí inocente antes de bajar del ring.
Amaya y sus "amigas" corrieron a ayudar a Elizabeth, que me fulminó con la mirada. Yo solo me encogí de hombros.
—¡No se valía! ¡Peleó sucio! ¡Deben descalificarla! —vociferó Amaya, furiosa.
Roxy dio un paso al frente, su voz calmada pero filosa:
—Supongo que no sabes mucho de combate. Ese golpe fue limpio. No como los intentos de tu amiga de jalarle el cabello o arañarla. Y si no me equivoco, no fui la única en notar ese comportamiento tan "raro".
Las miradas se dirigieron a Merlín, que anotaba en su libreta como si nada. Finalmente levantó la cabeza.
—Amaya tiene un punto... pero eso no hace que el golpe de Anahíd sea ilegal. Y tampoco podemos ignorar la intención de Elizabeth de pelear sucio.
Elizabeth me miró con más odio. Yo fruncí el ceño.
—¿Por qué tanto drama? Ni siquiera quería lastimarla, solo terminar el combate antes de que acabara el tiempo —dije con simpleza. Luego, con ironía añadí—: Si tanta molestia hay, podemos repetir el combate.
—¡Eso sería trampa! —gritó alguien desde la multitud.
—¿Y no es de eso de lo que me acusan? —repliqué con obviedad—. Si no fuera porque Elizabeth no jugó limpio, esta ridícula discusión no existiría.
Merlín cerró la libreta con un chasquido.
—Nadie repetirá ningún combate. Yo tomo las decisiones. El golpe fue limpio. Fin de la discusión.
Amaya chilló con rabia y se marchó con su escuadrón detrás. Yo observé, conteniendo la risa.
—Bien hecho, Anahíd. Te mostraste madura y no caíste en la provocación —dijo Roxy, sonriéndome con dulzura.