• . . • . ⋆₊⊹Eggsy no es el único candidato para convertirse en el nuevo Lancelot. Harry tiene a su hija, Anahid Hart: letal, brillante y con una lengua tan afilada como sus cuchillos. ¿El problema? El problema es que, aunque tiene todo lo nec...
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El sonido de los tacones era lo único que se escuchaba, invadiendo cada esquina de la silenciosa sala de observación. Amber estaba enojada . No furiosa...
Habían metido a Anahid en la Habitación Roja sin siquiera avisarle antes.
Si esto fuera una caricatura, su cabeza estaría echando humo. La sala estaba llena de computadoras y pantallas que proyectaban a su sobrina en medio de un ataque de ira. Suspiró lentamente mientras pedía un informe; la prueba era experimental y solo se había realizado una vez, en la generación de Amelia, la madre de Anahid.
Había sido diseñada cuidadosamente por psicólogos, matemáticos y expertos en comportamiento humano. Desde el inicio del entrenamiento, cada recluta había sido evaluado, explorando miedos y debilidades, para luego exponerlos mientras jugaban con sus mentes.
—¿Cuáles son los avances de la señorita Hart? —preguntó la rubia, tomando asiento en la gran mesa de metal en el centro de la sala.
—Va bien. Ha mostrado avances excepcionales desde el inicio. Su lógica y resolución de problemas se han disparado desde que comenzó la prueba —respondió el encargado de la investigación.
Amber asintió mientras observaba a su sobrina. —¿En cuánto tiempo cree que termine? —preguntó, mirándose las uñas con desinterés.
—A este paso, en menos de unas horas —admitió el hombre, fascinado al revisar el archivo de Anahid.
—Tengo una misión. No estaré cuando la saquen. Quiero que permanezca sedada hasta que yo regrese —ordenó con dureza.
Ya de pie, a punto de irse, se detuvo para mirar una última vez a su sobrina. —¿Qué está haciendo? —preguntó al ver que Anahid fijaba la mirada en una cámara, cuchillo en mano. —¿Un cuchillo? —repitió, ladeando la cabeza.
La respuesta llegó enseguida: la chica apuñaló la cámara con violencia. La imagen se perdió al instante y apareció en la siguiente. —Algo me dice que esto no les había pasado antes —murmuró Amber, sin apartar la vista.
—No, es la primera vez que alguien reacciona así —respondió Ross, la voz temblando pese a sus intentos de ocultarlo.
El caos se desató. Las luces cambiaron a rojo, las alarmas sonaron y Ross apenas lograba dar órdenes. —¡Suelten el gas! —ordenó el hombre mayor.
Amber fijó la vista en la única pantalla que seguía transmitiendo. Anahid sonrió de manera tétrica mientras se acomodaba el cabello. —No sean cobardes, vengan por mí —dijo riendo, antes de romper la última cámara.
El silencio cayó sobre la sala. Amber giró hacia Ross. El gas había sido liberado, pero no había imágenes; nadie sabía qué ocurría dentro.
—Necesitamos un equipo de intervención ya —ordenó Ross. —Señor, deberíamos esperar unos minutos a que el gas actúe. La señorita Hart es muy resistente a los somníferos... —
Amber entrecerró los ojos. —¿Por qué demonios tiene un cuchillo de metal? ¿Cómo lo consiguió? —Era un cuchillo de mesa. No creímos que representara un peligro; su perfil no indica tendencias suicidas...
—Esa chica haría estragos hasta con una cuchara. ¡Una maldita cuchara! —escupió, conteniendo con esfuerzo la rabia.
—Ahora imagínate lo que puede hacer con un cuchillo, aunque no tenga filo. —Dio media vuelta y salió de la sala—. Esto es tu culpa, Ross. Si descubro que la lastiman durante la detención... —no terminó la frase, pero ambos sabían lo que implicaba.
Antes de irse del todo, dio órdenes al interno asignado a vigilar a Ross: —Quiero un informe de cada avance. Y cuando acabe la prueba, me buscas de inmediato.
Un suspiro cansado escapó de sus labios. Le dolía la cabeza. Lo único que quería era dejar de pensar.
Anahid no había pasado la prueba y lo único confirmado era que hasta ahora , la chica se había escapado y había matado a parte del personal.
—Necesito las grabaciones de la base —repitió por quinta vez. —Aún no hemos podido acceder —contestaron, igual que los otros cinco a los que había llamado.
—¿Al menos me podrían decir dónde está la señorita Hart? —preguntó, al borde de perder la paciencia.
—Agente Morgana... —la voz de la chica de informática titubeó, provocando un gruñido de Amber.
—Habla— —Aún están intentando sedarla.
Amber se masajeó las sienes. ¿Cómo era posible que un escuadrón no pudiera contra una sola chica? —¿Quiénes lo intentan?— —Mandamos a los Caballeros de Camelot, pero no pudieron—
—Los Vecchi y los Innamorati no están en la agencia; uno está en misión en España y el otro en Sudamérica. Ninguno llegará a tiempo... —
—Yo tampoco. Estoy al otro lado del maldito planeta —murmuró para sí misma. Luego, con firmeza—: ¿A quién mandarán?
—A cuatro de los Zanni. Aunque se plantea enviar al escuadrón completo... —Habla con Merlín y dile que mande a Arlequín con dos de sus hombres. Bastará con ellos tres.
—Entendido. Ya lo informé. —Quiero acceso a cámaras, archivos y un reporte inmediato en cuanto logren sedarla. —Colgó de golpe.
Maldijo por lo bajo. Su sobrina estaba fuera de control... y aún no conseguían detenerla.
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