• . . • . ⋆₊⊹Eggsy no es el único candidato para convertirse en el nuevo Lancelot. Harry tiene a su hija, Anahid Hart: letal, brillante y con una lengua tan afilada como sus cuchillos. ¿El problema? El problema es que, aunque tiene todo lo nec...
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Mi cabeza palpitaba, y la sangre corría como un torrente por mi nariz. Había tocado el suelo más veces de las que me gustaría admitir. Estaba demasiado destruida.
— Levántate, Hart, hazlo de nuevo— me ordenó Alexandre por segunda vez. Le hice una seña de que me diera un segundo, pero él me levantó con un solo brazo.
—Mierda — reclamé parándome, pero perdiendo el equilibrio y volviendo a caer.
— Hart — me advirtió este, me levanté como pude y volví a atacarlo, este volvió a tumbarme enseguida.
Estaba en el suelo y ya no podía más, ya tenía la nariz rota, los labios partidos y creía sentir algún hueso roto, mis nudillos sangraban y miré a Alexandre y veía que apenas le había causado daño alguno.
— Hart, ¿qué mierda te está pasando? Hace una semana acabaste con la mitad de un escuadrón completo y ahora te estás dejando machacar por mí. Ayer casi me rompes el cuello más, sin embargo, hoy tendrás que pasar la noche en la enfermería — me reprendió este ayudándome a parar y llevándome hasta un asiento.
— Necesito que te concentres —me llamó a la atención.
— Si lo siento — dije tocándome la cabeza y apartándola al sentir un dolor punzante. Alexandre me pasó una toalla y me ordenó limpiar la sangre.
— ¿Puedes levantarte?—me preguntó y yo asentí poniéndome de pie, pero mi mentira salió a la luz al pararme y perder el equilibrio, casi cayendo, pero siendo atrapada por esto.
— Mierda Hart, no puedo llevarte a la enfermería, a esta hora tengo que estar en otro lugar, pero le avisaré a otro de los agentes que venga a por ti ¿sí?— cuestionó preocupado y yo simplemente asentí mareada, él salió y segundos después volví a levantarme y camine mareada hasta la puerta mientras trataba de no cerrar mis ojos.
Apenas crucé la puerta, mis piernas fallaron haciendo que cayera. Traté de no cerrar mis ojos, pero no pude evitar hacerlo.
— Señorita Hart — sentí cómo me llamaban y movían ligeramente.
— Hart — me llamó una voz masculina.
— Anahid — me volvió a llamar. Abrí los ojos lentamente, los volví a cerrar de inmediato por la intensa luz blanca, vi mis muñecas y abdomen estaban vendados, traté de incorporarme, pero el dolor me hizo volver a mi posición inicial.
— Hart qué bueno, qué despiertas — dijo uno de los doctores—. Asentí levemente y cuando mis ojos se acostumbraron a la luz, le di un vistazo a mi estado y a la habitación.
— Señorita Hart, con todo respeto si los entrenamientos llegan a un nivel excesivo como este — explicó lentamente, dándome una mirada de desaprobación.
— Será mejor que los detenga, no podrá convertirse en una agente si muere antes de terminar los entrenamientos— explicó para después salir siendo seguidos por los otros doctores y enfermeras.
