Muy arriba, en el tope del barranco, el tirador apretó el gatillo por tercera vez. El aire cortante del proyectil creaba un zumbido al recorrer el valle, la formación cóncava de las montañas intensificaba el sonido de la bala. El calibre de 30 milímetros apuntó a la cabeza de Mateo quien, notándolo con facilidad, de un mandoble cortó la bala a la mitad. El tirador recargó.
— Entonces sí eres tú — dijo el Cazador —. No será tan fácil. ¿Qué haces aquí Sexto? Y ese chico...
Desde abajo Mateo trazó la trayectoria de la bala, analizo su siguiente movimiento, luego volteó a ver al muchacho quien tras el impacto dio varias vueltas en el piso hasta quedar inmóvil.
— Se acabó —Pensó —. Odio que maten niños. La bala le dio justo en el rostro. Mateo esperaba que una bala de ese calibre le haya abierto un agujero en su rostro. Se desanimó, dio todo por terminado.
El robusto helicóptero término de aterrizar. Poco después sus motores se apagaron.
Un cuarto zumbido se escuchó. Esta vez Éel si alcanzó a ver el proyectil, la trayectoria iba de nuevo al joven, con su cola ósea desvío la bala contra el suelo.
Mateo observó todo de cerca. Un conjunto de preguntas nacieron en su mente como si estuviera presenciando un tabú, como si lo que estaba pasando frente suyo no era lo que estaba acostumbrado a ver. Se maravilló y luego sonrió.
— Levántate Matt — Dijo Éel a Matt—. No es hora de dormir.
Temblando, Matt intentó levantarse. Pedazos de su máscara caían mientras intentaba quitársela, le costaba respirar. Se sentó. Su mirada estaba perdida, hiperventilaba, de un momento a otro reaccionó y gritó. Uso sus manos para revisar su cabeza, notó algo de sangre esparcida en el cuero cabelludo. Mirando sus dedos manchados de rojo se estremeció grandemente.
— La máscara está hecha de los huesos de mi cola. Debió detener la bala pero sentiste el impacto del proyectil, similar a un chaleco antibalas. — Dijo Éel al joven —. Levántate, en una batalla no hay tiempo para dudar.
Éel entendió que Matt aprendía algo nuevo a la mala, algo que posiblemente él quería que aprendiera: que no era tan fuerte como imaginaba. Antes había esquivado balas más pequeñas, y a menores distancias, había huido a la muerte en caídas altas, explosiones y venenos mortíferos, su curiosidad y desenfreno le había hecho enfrentar, en cierto grado, la muerte cara a cara, su orgullo le creó una burbuja imaginaria de protección que, según Matt, nunca se rompería. Sin embargo, esta vez fue diferente, aquella burbuja se reventó. Ese sentimiento lo inundó de miedo, pareció introducirse en cada centímetro de su cuerpo, sentía el peso de una verdad que todos los humanos deben aceptar en algún momento en la vida: todos pueden morir.
— ¡¿Estás bien, cabro?! — dijo Mateo acercándose lentamente a los dos —. Esas son las balas de Rafael. Están hechas especialmente para que no puedan ser rastreadas. Me sorprende que tú la haya detenido. He cambiado mi parecer, deseo saber más de ti. ¡Rafael! — Gritó a las montañas —. ¡Porque no has cambiado tu posición! ¡Ya sé donde estás! ¿Puedes verlo verdad? — Dirigiéndose al Void —. Mi vista no es mi fuerte, pero creo que la tuya sí.
Éel miró con escepticismo a su contrincante, no encontró razones para su cambio de humor tan repentino. El Sexto se colocó entre el void y la posición del cazador, justo en la línea de tiro. Éel se preparó para seguir la pelea, se preguntaba seriamente como haría para enfrentarse a Mateo, mientras defendía al chico que parecía no entrar en razón aun.
— No te preocupes — Habló Mateo —. No pienso seguir peleando contra ti. No aun, he cambiado mis planes. Si embargo, mis palabras hacia ti no han cambiado, no dejaré que entren al hangar. Depende de lo que me respondan será su suerte, aún opino que debo sellarte bajo este hangar.
— El otro de allá arriba, es el Cazador, ¿Correcto? — Preguntó Éel.
— ¿Nos conoces? Mis disculpas, el que sepas hablar aún me resulta raro e impresionante, no me acostumbro a eso. ¡¿Quién diría que hablaría con un Void?! — Dijo Mateo sonriendo. Su rostro joven resalto, parecía menos intimidante que antes —. Los de tu especie no suelen nacer con cerdas vocales, y en verdad, eres el primero que veo que puede hacerlo, los otros Voids clase 1 que existen están bajo el yugo de personas que no lo merecen, les prohíben hablar. Admiro que este niño te lo permita abiertamente. ¡Si! ¡El de allá arriba es El Cazador, el Séptimo de los Doce, Rafael Rencor! Pareces conocernos un poco. Verás, él y yo no nos llevamos muy bien, y ganas de charlar con él no tengo. El no tendrá la amabilidad con la que te ofrezco yo esta tregua, no dudará en matar al chico. No querrás que eso pase, ¿cierto? Ve, adelántate y pelea con él, yo me encargaré del chico.
La situación se tornó incómoda, sin embargo, la criatura lo considero. Tal y como le había dicho a Matt previamente, los Doce son personas que siguen principios personales y si logras ganártelo se pueden tornar a tu bando fácilmente, eso si tienen reglas que debe seguir, leyes que los rige, reglamentos que no pueden violar.
— ¿Tendré yo algún juramento que lo pruebe? ¿Cómo puedo confiar en ti estando bajo las órdenes del Patriarca? — Dijo Éel.
— ¡Oh! ¡Conoces a nuestro jefecito! De veras, ¿Qué tan inteligente eres?
— Lo suficiente — respondió Éel.
— ¿Ves lo he hecho con este lugar y aun así crees que estoy bajo órdenes del viejo? ¿Qué te hace pensar que estas no fueron sus órdenes directamente? ¿No viste que él me disparó? — Mateo recogió su manga derecha hasta su hombro. Extendió su brazo hacia el Void. Pintado como un tatuaje, tenía un par símbolos en el antebrazo que le rodeaba el músculo completo. — Este es mi sello. Te juro que no le haré nada al niño. ¿Te sirve?
No bien dijo aquello, otro zumbido se escuchó en el aire, un quinto proyectil venía en camino. Éel osciló su cola para detener la bala, intento descifrar la trayectoria. En una ráfaga de luz, Mateo alzó su espada a su costado, un rayó salió de su arma cortando el aire exterior. Aquel rayo no solo incineró la bala con extrema precisión, sino que cortó el helicóptero en dos. El calor generado por él destelló blanco encendido el vehículo haciendo explotar por los aires. El estruendo rebotó por todo el valle hasta rebosar el pináculo.
— Ahora, él tampoco escapará de aquí —. Declaró Mateo —. Ignoro por qué lo mandaron para acá, aunque se supone que ustedes saben, ¿no? ¿No te importa lo que pueda sucederle al niño? ¿Iras?
Éel no lo pensó dos veces. Separándose del joven se apresuró contra el cazador. De un salto llego hasta el pie del barranco y siguió así por la muralla hasta alcanzar el tope. Mateo se volteó hacia el ojiazul quien estaba aún en trance, tirado en el suelo agarrado de brazos. Al notar a su enemigo, comenzó a retroceder asustado.
— No te preocupes chico — dijo Mateo —. Nosotros los Doce no podemos quebrar este juramento. Pero eso no es el tema, ese Void no tiene ninguna razón de mantenerte a ti con vida ¿Por qué entonces te protegió? ¿Qué tan importante debes ser tú para un Void clase 1? ¿Quién eres? ¿Y más aún, porque tú puedes usar los poderes de alguien con un sello como el mío sin tener siquiera uno, o sin estar sincronizado con un Void?
Matt no sabía que responder, a duras penas presto atención a las preguntas del Sexto, buscaba aire fresco donde tan extensamente había, parecía ahogarse. Alzó sus ojos y vio en la cima una batalla llevarse a cabo. Creyó ver dos figuras en combate que se movían como moscas en vuelo, rápidos y chocando entre sí. Una serie de zumbidos estallaban en su oído, eran los crecientes disparos sonando, entendido que Éel había comenzado su batalla contra el Séptimo de los Doce, El Cazador.
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Las Notas de Ethan
General FictionEsta historia se centra en la vida de un joven llamado Matt quien perdió a su hermano menor Ethan en un incendio. Matt posee una habilidad que le permite modificar leyes naturales y busca encontrar una cura para una ley universal de todos los seres...