Memorias Perdidas - 2

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De alguna manera Nathaniel logró sacar a Seth del auto y llevarlo al puesto de comida rápida. El abuelo, como ellos le dicen, tiene como meta personal enseñarle las cotidianidades y vicisitudes del diario vivir, y separar a sus nietos, como él les llama, tanto como pueda de su dura infancia, cosa que ha sido un desafío.

Era ya el cuarto completo que comía, Seth no más lo veía asustado de que le diera un paro cardiaco.

— ¿Estás seguro de que no quieres uno? — Pregunto Nathaniel animosamente—. Si prefieres un AS o churrasco solo dímelo; prefieres comida picante, ¿no?.

— ¡Que no! Se nota que estas estresado. No es una razón para que te abarrotes de eso, tu cuerpo ya está llevado en años. Apuesto que tu sistema digestivo y entrañas ya no son tan efectivos como antes, ya de por sí es difícil con un cuerpo como el mío, imagínate el tuyo. Los viejos son tercos, eso dicen. Otra razón más para dejar estos cuerpos frágiles, se manchan con cualquier cosa. Hablando de eso, cuidado y te manchas el traje con tanta mayonesa, ¡ojalá y sea si! — dijo Seth apartándose de su lado.

— No te alejes tanto y recuerda lo que hablamos sobre ti en lugares públicos — Exclamó Nathaniel pidiendo después otra orden de comida.

Los andenes de la plaza se llenaban de personas yendo y viniendo, muchos mercaderes tenían el piso como estantes, lo cual Seth encontró extravagante e inusual. No era su país y la cultura era diferente, ¡sin hablar del modo de hablar! Su español era bueno pero llegaba a pensar que alli no hablaban español.

Tras deambular un rato se detuvo para mirar a través de la vitrina de una joyeria. Eran rocas de todos los colores, le llamó la atencion una en particular y entro al local. Camino un poco por los lujosos pasillos y observó un anillo de color escarlata que brillaba tras un fondo plateado. El aro era rustico y modeado a mano, la piedra parecia virgen, sin cortar ni pulir. 

Violette tenia uno similar — Pensó Seth malumorado.

— Es un rubí, una de las 4 piedras más preciosas junto con el zafiro, la esmeralda y los diamantes — Dijo una chica acercandose —. ¿Te gustan?

La señorita era joven y no parecía llegar a la madurez. Vestía casual pero modesta, sus cabellos negros le llegaban un poco debajo de los hombros. Era agraciada y, según Seth, olía demaciado a vainilla. Seth pensó que era una trabajadora del lugar, pero no vio ningun tag con su nombre.

— ¿Trabaja usted aquí? — Preguntó Seth.

— No trabajo aquí, pero me gusta ver los colores de estos anillos. Aprovecho que mi novio no ha llegado y los veo, a el le asusta la idea un poco. Aunque a él le atraen más el azul de los zafiros, si los diamantes fueran azules sería perfecto.

hum, te envidio un poco. Soy ciego — Mencionó Seth moviendo su mano enfrente de sus ojos.

 La chica percató su mirada y evidentemente notó la falta de luz en sus pupilas, además de que el color era del mismo de la joya escarlata, era único y extraordinario, aunque su mirada estaba perdida y sin enfoque.

— Disculpa si te pregunto, ¿Necesitas ayuda para salir? ¿Cómo llegaste aquí? — Preguntó amablemente la joven —. Debemos buscar a tus padres, debes estar perdido.

— No te preocupes, puedo cuidarme solo — dijo Seth dando la vuelta.

El problema con el chico es que no llegaba a superar los 160 metros de altura, era más bajo que el promedio, dando la apariencia de catorce años. La joven insistentemente le ayudó a salir. Ella le tomó de la mano incomodándolo de inmediato y se dedicó a buscar su acompañante.

Las Notas de EthanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora