Lección

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Mario y David se las ingeniaron para empujar las dos cajas hasta el salón de profesores, el camino les pareció eterno, llegaron sudando e hiperventilados y se sentaron un momento para descansar antes de enfrentar a la profesora líder. David no dejaba de preguntarse si realmente era competente para el  puesto de líder de clase, él fue elegido como el líder oficial del curso, por ende estaba a cargo de administrar las actividades extracurriculares, y ser la voz tanto del profesor como de los alumnos en general. Aun después de tomar la responsabilidad, pensaba que no era el indicado para estar allí.

— Oye, ¿al final que es lo que tienen estas cajas? — preguntó Mario.

— Transformadores y cables... ugh, no quiero ni decirle a la profesora — dijo David —. Si le digo que deje las llaves allí adentro me va a matar y quitar el puesto. 

— Pero dile que fue mi culpa y ya — replicó Mario—, así te salvas. No creo que sea para tanto, a alguien le debió pasar antes. De seguro llamarán a un cerrajero y listo. 

— No lo entiendes, he fallado, no volverán a confiar en mí — Dijo David desanimado, por no decir decepcionado. 

Mario no podía evitar darse cuenta de que su amigo ahora lo veía como una carga. Él quería ayudar y tenía el deseo de hacerlo pero el sentimiento de culpa lo cohibía. David entró al salón sin decir nada y tras un largo suspiro, dejando a Mario afuera. Este se acercó y pegó el oído a la puerta, quería escuchar atento la conversación. 

Al principio todo marcho bien, David le entregó los datos del inventario que reunieron, hasta el momento que debía contarle sobre a perdida. El rubio quebró en llanto. 

Mario no soportó escucharlo sollozar. Entre lágrimas David le explicó a la maestra lo sucedido, en ningún momento menciono que fue culpa de Mario, sino que asumió la responsabilidad y prometió que recobraría las llaves aun si tuviera que pagar por ellas con su mesada. Mario se apartó un poco para pensar, ya había oído suficiente. Luego, aprovechando que el timbre no había sonado aun, corrió hacia el salón de química con un plan en mente. 

Adentro del salón de profesores la maestra Luvia miraba a su alumno limpiarse las mejillas y expresar determinación tras una mirada firme. Ella sonrió y dejo el periódico matutino a un lado concentrándose en aquel pequeño personero. 

— David, ¿Sabes por qué te elegimos a ti para el puesto? — Preguntó la profesora con voz profunda. David movió su cabeza en señal negativa. — Muchos se postularon este año, por ejemplo, Gabriel, creo que debes conocerlo. Él insistió mucho en tener el puesto este año, tenía excelentes notas, por no decir las mejores, es aplicado y responsable también, pero tiene algo que nos hace preocupar.

— ¿Qué es? — preguntó David.

— Él no sabe controla el poder — respondió Luvia —. Nosotros a nuestra edad ya podemos ver en ustedes como desarrollan sus habilidades y con cierto grado de entendimiento vemos el futuro y predecimos en que podrían fallar. Gabriel es un chico que quiere tener poder para mandar sobre otros y hacer que los demás sean como él es. Lo que no entiende es que eso le hará mal tanto a él como al resto. En cambio, tú acabas de tomar toda la responsabilidad de un error pequeño. Sé que Mario fue contigo, pero ni lo mencionaste a él... me imagino que pasó realmente. Gabriel jamás haría lo que acabas de hacer. 

Luvia agarró su bolso y buscó hasta el fondo hasta que se escuchó un tintineo. Sacó otro manojo de llaves, una copia de las anteriores. 

— Mira, toma esta copia abre el laboratorio y aquí está la clave de la caja fuerte. Eso será suficiente. Eres un buen chico, enséñale a Mario a serlo también. 

David tomó aliviado las llaves y, diciendo gracias,  salió corriendo del salón. No encontró a Mario afuera pero llegó tras unos segundos después con sus grandes gafas puestas.

— ¿Dónde estabas? ¿Y por qué tienes puesto las gafas? — Preguntó David.

— Te tengo una sorpresa — mencionó Mario alegre.

— ¿Si? Pues, yo también — replicó David.

Ambos pusieron sus manos tras la espalda, contaron hasta tres y revelaron lo que tenían escondido.

— ¡La profesora tenía una copia! —Exclamo David.

— ¡Las pude sacar! — Exclamó Mario con el mazo de llaves original en sus manos. 

David se lo quedo viendo anonadado, creyó que era una broma.

— ¡¿Cómo las sacaste?! ¿Cómo abriste el candado y... sabías la combinación de la caja fuerte?

— ¡Es un secreto de estado! ¡Tengo habilidades superiores a las de cualquier humano! — exclamó Mario excitado.

David se lanzó molesto contra él y en el piso comenzó a reclamarle por todo lo que le hizo pasar. Se golpearon, mordieron y rasguñaron, pero no de odio. Eran amigos y se cuidaban el uno al otro, eran compañeros y pasaban las malas y las buenas juntos, eran como hermanos peleándose por tonterías. Entre apretones y jaladas de pelo, David no dejaba de reírse, feliz de la lección que aprendió, y Mario solo podía pensar en como le explicaría a David que cuando hizo su entrada milagrosa al laboratorio, dejó caer un estante repleto de probetas y tubos de ensayo, bañando el piso de vidrio, agua y alcohol.

La campana de cambio de clase sonó en ese instante. 

Las Notas de EthanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora