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Afuera de la escuela Nathaniel esperaba pacientemente el bus. El transporte suele ser escaso, no por falta de vehículos, sino por la intermitencia de estos, pasan cada treinta minutos. Es el tiempo que demora darla vuelta hasta la estación principal del pueblo San Jose y volver. Tomaría más si la ruta llegara hasta el final de la carretera, una hora o dos a lo mucho. Mientras estaba sentado reflexionando en lo que acababa de hacer, le entro una llamada a su celular. 

— Aló, hola Martha — contestó Nathan, era su esposa llamándolo desde casa.

— ¿Ya terminaron la reunión de acudientes? Eso fue rápido. 

Ehm, si solo querían darnos la bienvenida al nuevo periodo y dar algunas pautas para las clases, eso es todo — respondió Nathan mintiendo. Mantuvo la razón de su visita en secreto, incluso le pidió a Shawn que evitara hablar del collar con su abuela.  

—  Que pena con los Armando, esa familia tan amable ¿Qué te he dicho de mandar a arreglar el carro? Ahora quien sabe cuando llegaras a casa. Si vas a San Jose, ¿Podrías aprovechar y traer unos víveres?

— Si cariño, ¿Qué quieres que traiga?

— Bueno, ¿no dijo Shawn que traería a aquel compañero a cenar hoy? ¿Te menciono algo sobre eso? —  Pregunto la señora.

— Bueno, sí. Me dijo que llegaría como a las 7 y que confirmaría con el hoy. 

— Está bien, hoy te toca hacer la cena entonces. Compra lo que necesites. 

Tras colgar la llamada Nathan respiró aliviado.  El aire limpio del lugar le ayudaba a calmar sus pensamientos. Estaba nervioso y preocupado, constantemente se hacía la misma pregunta, si lo que hizo fue lo correcto y entregarle ese collar a Shawn. 

Del otro lado de la calle algo pareció moverse entre la multitud de árboles. La vista del viejo no era la mejor y sus gafas no le ayudaban ya mucho, pero logró observar una figura obscura moverse entre las ramas y desaparecer en la maleza.

— Debo estar viendo cosas, me mediré el azúcar cuando llegue a casa. Además, ¿quién será ese chico del que Shawn hablar tanto? Él está en esa edad, así que... Mejor será apoyarlo. Lo menos que quiero es que se moleste con nosotros, y menos ahora que le di el collar. Bueno,  aprovecharé ya que no hay nadie cerca, espero que el conteste. — Pensó. 

Tomó su celular y marco un número extenso y extraño. Alguien contestó del otro lado hablando Inglés. 

— Nathaniel Crawford, esperaba tu llamada. Debo creer que si estamos hablando es porque recibiste mi paquete, ¿cierto? 

—  Si, lo recibí ayer en la noche — respondió Nathan —. Ya le pertenece a su legítimo dueño. No sabes lo que pase para que Martha no se enterara, pero una vez vea al chico después de clases, de seguro me querrá arrancar la cabeza.

— Después de lo que pasaron, hasta yo lo haría, viejo amigo — dijo el hablante —. No quería tenerla bajo mi dominio. Suficiente he mantenido bajo control aquí en Nueva York, aunque últimamente las cosas andan muy volátiles con las nuevas legislaturas. Wards viene trabajando con sus partidos liberales desde hace mucho aquí, ganan terreno a diario. 

— Algo curioso pasó a noche — interrumpió el viejo—. Nos enteramos esta mañana en Viña del Mar. ¿Sabes de lo que hablo, ¿verdad?

— No, ¿a qué te refieres? — Preguntó el sujeto. 

— Están asaltando las instalaciones de Wards aquí en Chile, más específicamente sus hangares. Obviamente, se lo ocultan al público pero anoche ya salió a la luz. El Hangar Pirita fue destruido y las imágenes son claras.

— ¿El Hangar Pirita?, Dejame y ... Creo tener un archivo que tú me enviaste en algún lugar... Listo aquí esta, Viña del Mar, Farmacéutica Harrys Jhonson, ¡¿Esto pasó anoche?! ¿Estás seguro de que fue uno de los Doce?

— Tiene que ser alguno de los doce — Respondió Nathan —,  ninguna arma que yo conozca podría causar tal explosión. Podría pensar en Kurio aunque no tendría sentido sabiendo que tienen una tregua con Ward. He estado siguiendo las pistas, pienso que Rafael está aquí en Chile, deben tener algún conflicto interno ¿qué sabes tú de Violette?

— Supe que daría una rueda de prensa extraordinaria hoy en la tarde, pero no estaba enterado del porqué. Ella no puede ocultar su participación con esa farmacéutica, ¿o si? De cualquier modo, te averiguaré si alguno de los Doce está en Chile.

— Hay más de un hangar en este país, asegúrate de buscar en las fronteras, sé de lo que hablo, yo autoricé tiempo atrás algunas de estas, y hey, Daniel, gracias por mantenernos ocultos

—  No, gracias por tomarla devuelta, quería deshacerme de ella cuanto antes. No he tenido más que pesadillas estos años por culpa de ella. Te dejo, cuídate amigo.

Así terminó la conversación. El bus llegó en pocos minutos y Nathaniel partió rumbo al siguiente pueblo. Miró por la ventana y se distrajo con el paisaje esperado que sus nervios se calmen de una vez por todas. 

***

Llegó la noche y Shawn jugaba en su celular acostado en su cama, sentía como su estómago se revolvía de ansias esperando que Matt llegara. 

Afuera de su casa se parqueó un auto. Matt salió de él junto con el señor Romero, el sacerdote y líder eclesiástico de todo el Cajón, con mucha influencia en él y miembro activo de inteligencia de policía militar. Por su posición él no puede cuidar personalmente al ojiazul dentro de su hogar, así que acordó con una de sus feligreses, la señora Maria Valdebenito, en cuidar de chico y él les daría para sus gastos. La señora es realmente amable y cariñosa, perdió a su esposo e hijos en un accidente y desde entonces cuida a gatos en su hogar. El ojiazul vive en una pieza grande construida detrás de la vivienda principal y la señora Maria es la que se encarga de sus alimentos y necesidades indispensables.

Entre Matt y el reverendo existe un contrato moral, él lo cuidara y proveería de todo lo que necesite, pero Matt se esforzara en ser un chico común y corriente, fue Romero quien movió sus influencias para sacar al chico del orfanato e incluso inscribirlo a la escuela sin ningún tipo de documentación; tras la muerte de sus padres se borró todo registro de su existencia.

— Bueno, pasaré por ti a las 9, ¿qué dices? — Pregunto Romero.

—  ¡A las 10! — replicó Matt.

— Está bien, está bien —  dijo Romero sonriendo — No sueles pedirme estos favores así que pensé que sería importante. Me agrada que quieras salir más y relacionarte con otros, solo no me espere que Shawn viviera tan arriba en la colina. Casi puedes ver los otros pueblos desde aquí. Debo comprarte un celular para que me llames si hay una emergencia, recuérdame eso mañana, por favor.

— Puedo cuidarme solo — respondió el joven — Vete ya, ¿no tienes asuntos de padresito que atender? 

Romero soltó una carcajada mientras Matt cruzaba el cerco grueso de madera. 

— ¡Pásala bien! — alcanzó a decir el reverendo antes que Matt cerrara el portón. No es que lo odie, peor si se siente cohibido con su cariño, Romero ha sido un muy buen tutor para Matt, aunque no es sorpresa para el porqué el chico lo ve con desdicha y fastidio. 

El ojiazul toco el timbre de la casa, se acomodó su pantalón y correa. Tenía puesto un suéter obscuro con una camisa de cuadros encima, abajo llevaba puesto un pantalón beige y zapatos macachines. Era un desastre eligiendo sus prendas de ropa. 

Escuchó a alguien bajar las escaleras corriendo, el corazón le quería saltar del pecho, la puerta abrió y el señor Crawford apareció. El abuelo de Shawn era alto y su presencia intimidaba un poco. Su suéter obscuro y remangado le daba apariencia de dictador y su barba lo hacía aún más intimidante. 

No hubo cruces de palabras entre ambos, pero si un sentimiento de molestia. Nathan vio los ojos de aquel chico y se percató de algo que llenó su copa de estrés ese día. 


Las Notas de EthanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora