Capítulo 3.

504 47 8
                                    

Capítulo 3.

Noviembre, 2027.

Hace tres días que hice arder las oficinas del primer edificio que Gabriel tuvo. Necesitaba empezar por ahí, destruir el imperio que Eva le arrebató a mi amigo y hacerlo por ahí, que la policía pudiese pensar que lo hizo ella, que todo es por cobrar el seguro.
Yo me encargaré de que nunca reciba ni un solo céntimo. Mi venganza ha comenzado y no voy a parar, no voy a quedarme a medias. Voy a llegar hasta el final, voy a verla tirada en el suelo, sin un sitio al que volver, sin una sonrisa en sus labios, sin color en sus ojos.

Suspiro mientras le doy una calada más al cigarrillo que sostengo en mi boca.
Son las tres de la mañana, de nuevo el frío de la calle me hace querer volver a mi casa, a mi apartamento, pero no lo voy a hacer.
Sacudo la cabeza para quitar de mi memoria el breve recuerdo de verla hace tres días.
Yo estaba allí, frente al edificio cuando Eva llegó, cuando con sus tacones caminaba nerviosa hacia ese lugar.
La vi y pareció que el tiempo no había pasado, seguía llevando ese pelo castaño tan largo que le rozaba la cintura, y la blusa blanca combinada con la falda negra me arrancó más de un maldito pensamiento impuro, sucio y caliente.

Llevo la tela hasta arriba de mi nariz, me coloco los guantes y cojo el bate de béisbol que coloco sobre mi hombro.
Saco se mi bolsillo la llave de la casa, Gabriel siempre tenía una de repuesto en mi apartamento y por suerte no la tiré cuando todo al fue a la mierda.
Miro a ambos lados y el silencio de la noche me tranquiliza.
Yo voy a interrumpir esta tranquilidad, cuando entre en la casa tengo pocos minutos para romper todo lo que pueda, para destrozar las máximas cosas posibles.

La llave encaja en la cerradura, Eva no la ha cambiado.
Pobre estúpida.
Entro y me giro para desactivar la alarma, sigue siendo la misma combinación, la estúpida fecha de su boda.
Me sorprendo al ver como faltan muebles, como hay cajas por todo el suelo, como unas mantas tapan otros.
Camino en la oscuridad y la claridad que da la luz de la luna por la gran cristalera que mira hacia el jardín.
¿Por qué hay tantas cajas aquí?
El polvo inunda cada sitio de este lugar, no es así como esperaba encontrarlo.
Tiene pinta de que nadie ha vivido aquí desde hace meses y yo seguía pensando que Eva vivía aquí.

Es verdad que durante todo el día no ha salido ni entrado nadie.

Sacudo la cabeza y agarro con fuerza el extremo del bate de madera.
No voy a dejar un mueble en pie, no voy a dejar un cristal intacto.
No merece nada de esto, ella no merece tener ni un solo metro de esta casa y yo, esta noche, se lo voy a arrebatar.

Golpeo con fuerza y sin cuidado el mueble en el que tenían los recuerdos de sus viajes, ahora vacío a excepción de fotos que caen al suelo por mi golpe.
Sus caras sonrientes, besándose, solo hace que mi rabia aumente, rompo en mil trozos las fotografías y camino, golpeando con furia cada mueble y cristal.
La televisión cae hacia atrás y la pantalla se parte en cristalitos más pequeños.

Escucho a los perros de los vecinos ladrar, las luces de las casas se encienden y comienzo la cuenta atrás.
Activo el cronómetro de mi reloj y estimo que tengo unos cuatro o cinco minutos para salir corriendo antes de que las sirenas se escuchen tan cerca que ya no pueda escapar.
Estoy en la parte rica de la ciudad, aquí suelen venir mucho más rápido que en el barrio en el que vivo.
Subo las escaleras y destrozo el cuarto de baño, parto la mampara a golpes, y el váter a patadas.
Camino hasta la habitación, esa que era la de ellos y me quedo parado en la puerta.

Definitivamente aquí no vive nadie.
La cama no tienes sábanas, solo está el colchón cubierto de polvo. Subo las persianas enteras y compruebo que en los cajones de las mesitas de noche no hay nada y los tiro contra la pared.
Empujo la cómoda hasta que cae al suelo, golpeo las puertas acristaladas del ropero y respiro cansado frente a la cama.

Frenesí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora