Capítulo 41.

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Capítulo 41.

Final.

8 de abril, 2028. Viernes.

No puedo creer que esté de nuevo en esta casa. El día que salí corriendo me prometí no volver a pisarla, no quise volver ni a por la ropa después de saber que Gabriel había muerto.

Que ingenua de mí pensar que todo se había acabado tan rápido, que podría tener una vida como una chica normal y que mis heridas, mis cicatrices sanarían, se cerrarían y podría vivir con ellas.
Llevo las manos a mi cara, a retirar las lágrimas que corren por mis mejillas.
Aparto los mechones de mi pelo y fijo mi mirada en Gabriel.
Está en pie, a unos pocos metros de mí.

Su postura erguida, sus brazos cruzados contra su pecho, su pelo mucho más largo de como lo recordaba, sus ojos igualmente oscuros pero con un brillo que me inquieta bastante.
Su voz sigue poniendo mi piel de gallina, provoca escalofríos dentro de mi estómago y lo revuelve de tal forma que siento náuseas.

-Ya está aquí.

Mi corazón se acelera cuando sonríe apenas levantando una de las comisuras de sus labios.
Sé que ha llegado el momento de que todo esto se resuelva, que lo haga para bien o para mal.
Que esta historia tenga un final.
No soy capaz de hablar, mi voz parece haberme abandonado, al igual que las fuerzas y la esperanza.

Por la entrada, como si de un torbellino se tratase, Hugo aparece.
Es el único momento en el día en el que me siento segura, al verlo.
Su mirada verde se encuentra con la mía y trata de llegar hasta mí, pero Marco y Pol lo agarran de los hombros.
Yo ni siquiera he hecho el intento de moverme.

Trago saliva y agacho la cabeza.
Me siento derrotada.
Siento que no soy yo quien está aquí, en el sofá sentada, con las rodillas pegadas al pecho.
Siento que estoy muy lejos de aquí, en un futuro que ahora se me antoja muy distinto, imposible.

-Eva... Eva, mi amor, mírame. -Las lágrimas salen con mayor rapidez de mis ojos al escucharlo, un llanto sordo rompe en mi pecho y me dificulta la acción de respirar.-
-No tienes derecho a llamarla así.
-Eres un hijo de puta Gabriel.
-¿Sabes lo que soy? Su marido, cosa que tú no podrás decir nunca que eres.

Levanto la mirada para ver a Hugo, esas palabras han calado dentro de él, puedo verlo cuando se revuelve y quiere golpear a Marco y Pol que están frente a él para que no se acerque ni a Gabriel ni a mí.
Miro al que de nuevo es mi marido, el supuesto hombre al que yo debía amar toda la vida pero que es quien casi me la arrebata.

Trago saliva mientras que mi cabeza máquina a mil por hora una locura.
Una idea que puede que salga muy bien, o muy mal.
Nadie me mira, nadie se fija en mí, y quizá es mi oportunidad, la última, de poder abrazarlo de nuevo, aunque sean unos míseros segundos.

Me levanto del sofá a toda prisa y corro los siete u ocho metros que nos separan deseando saltar y tirarme a sus brazos, deseando sentir como me rodea y con las palabras "Sácame de aqui" vibrando en mis labios.
Justo cuando voy a pasar por el lado de Marco, unos brazos me levantan al aire, como si no pesase más que una pluma, más que una hoja que parece haberse desprendido de ese árbol, o que la han arrancado sin piedad.
Mis pies no rozan el suelo, y un olor conocido y desagradable me envuelve.
El mismo olor de aquel mal nacido que intentó tocarme en el portal de mi casa.

Mi espalda impacta contra los cojines del sofá de nuevo, y veo como Pol sonríe mirándome, como lo hace desde una posición que él se cree superior.
Entorno los ojos, ladeando la cabeza e ignorando los gritos e insultos de Hugo hacia este tipo.

-Si no te estás quieta, voy a terminar lo que empecé en ese portal, bonita. Que me quedé con ganas de follarte y verte llorar.

Una sonrisa se apodera de sus labios a medida que su cuerpo se inclina hacia mí y su cara iba quedando más cerca de la mía.
Esa sonrisa que se hace eterna en su boca cuando escucho un estruendo que me hace saltar en el sitio y encogerme.
Todo pasa demasiado rápido ante mis ojos, tan rápido que solo veo como la sangre sale salpicada y el cuerpo de Pol cae sobre la cara alfombra que Gabriel se empeñó en comprar hace dos años.
Ahora esa alfombra está manchada de sangre, sangre que no es mía.
Pol se queda tumbado, tal como su cuerpo ha caído por el efecto de la gravedad, con un orificio de bala en su cabeza, por el que sale un hilo de sangre.
No respira.
No se mueve.
Está muerto.

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