Capítulo 14.

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Capítulo 14.

Diciembre, 2027.

Treinta de diciembre, un día señalado en mi calendario aunque hayan años que quisiera no acordarme.
Se supone que cuando cumples años, estas con tu familia, pasáis tiempo justos y siempre se hace algo especial, comer fuera o una simple tarta con las velas que hay que soplar y pedir un tonto deseo, que con el paso del tiempo sabes que no sirve de nada.

Me llevé pidiendo desde los cuatro años hasta los diez una mascota, y como los buenos deseos había que no decirlos para que se cumpliesen.
Mis padres no eran adivinos y yo no daba pistas sobre lo que pedía un año tras otro y que nunca llegaba.
Cuando cumplí diez desistí.

Es el segundo año que voy a pasar solo este día, que pasa a ser un día más.
No noto nada diferente al levantarme por la mañana.
¿Qué cambia de tener veintiséis años a tener veintisiete?
Nada.

A nadie le he dicho que es mi cumpleaños y Fede ha estado bastante ocupado todo el día buscando centros para Rúa.
Sigue en mi casa, sin teléfono, sin querer salir más que a comprar al pan a la panadería que está frente a mi casa en la que no le hace falta llevar dinero porque yo se lo dejo el día anterior a la mujer.
Dice que prefiere que sea así, que prefiere no tener dinero en sus manos y tampoco salir demasiado para no tener la tentación de volver a consumir.

Por las tardes solemos dar un paseo juntos. Podemos parecer una pareja, ya que su brazo va agarrado del mío para que no la deje perderse, pero todo eso está muy lejos de la realidad.
Solo somos dos amigos que la mayoría del tiempo vamos hablando sobre una tercera persona que ahora se encuentra golpeando con fuerza un saco de boxeo.
No me resulta raro ni incómodo hablar con Rúa de Eva, y más sabiendo que ya le he contado muchas cosas, que ya sabía de ella.

"-¿Pero por qué la odias? Si se te iluminan los ojos cuando hablamos de ella."

Esa es la pregunta que más me repite.
Y mi silencio es la respuesta que más recibe.
Es lo único que no he podido decir en voz alta, es lo único que me quema tanto por dentro que no puedo sacarlo fuera, que soy incapaz de dejarlo salir.
Es por ella que ahora estoy solo, que Gabriel no está. Es por ella que mi vida cambió por completo.
Es por ella que me he convertido en alguien con sus grietas profundas y oscuras.

Tan solo si ella no hubiese aparecido en nuestras vidas...
Tan solo si Gabriel hubiese hecho nunca aquel maldito proyecto para sus padres...

Sacudo la cabeza, centrándome en los golpes que se escuchan. Solo los de ella. Solo ese sonido que sale de sus guantes al impactar con el saco.
Yo la observo desde la puerta del vestuario, cojo el mando de las luces, y apago las de la entrada, también las que están cerca de las ventanas y bajo la intensidad de las demás.
Eva no se da cuenta de nada, ella sigue golpeando con fuerza pero sin técnica el saco que apenas se mueve de su lugar.

Sonrío, recordando las innumerables veces que hemos visto una película de terror juntos, con Gabriel y también solos. Son sus favoritas.
Mojo mis labios pasando la lengua por ellos y comienzo a silbar despacio, muy bajito.
Mis ojos siguen fijos en ella.
No se percata de nada.
Pero en mi cabeza está la idea de intentar asustarla, que sienta que no soy tan fácil como me siento.
Al igual que hizo en Navidad, hoy hay un regalo en mi taquilla.
Se acuerda del día que es hoy.
Se acuerda de mi cumpleaños y eso me gusta y lo odio a partes iguales.

Ella no tendría que poder hacerme un regalo.
Ella tendría que bajar la mirada al verme, saber que yo voy a ser su peor pesadilla y no un tío al que le hace regalos.
No debería sonreír al verme, no quiero que lo haga porque eso me complica poder pensar con claridad.
En mi cabeza todo se enreda si ella no siente miedo al mirarme, todo se mezcla si sus labios se acercan a los míos y su mano de atreve a rozar la mía.

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