Capítulo 15.

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Capítulo 15.

Diciembre, 2027 / Enero, 2028.

Último día del año.
A partir de mañana, habrá gente que se apunte al gimnasio para acabar dejándolo un mes después, a partir de las doce de esta noche, se creerá que la vida estará mejor, que este año traerá todo lo que el anterior se dejó.

Pero la realidad, es que el tiempo no pasa, pasamos nosotros, somos nosotros quien pasamos por los años y quienes dejamos escapar las oportunidades que se nos presentan justo delante de nuestros ojos.
Como ahora me pasa a mí.
Podría dejar que la vida corriese, que de alguna forma acabe haciendo realidad el deseo que pedí mientras él soplaba las velas.
Mientras él seguramente no pidió lo mismo.
Yo quería una oportunidad para los dos, esa oportunidad que nos robamos por no saber decir que nos gustábamos en cuanto nos vimos en aquella cafetería.

¿Qué habría pasado si en aquel momento me hubiese parado frente a los dos, y hubiese hecho caso del escalofrío que sentí cuando Hugo se quedó en pie delante de mí y sus ojos se perdieron en los míos?

No quise prestar atención a esa sensación que me hizo cosquillas en el estómago, no le quise hacer caso en ninguna de las ocasiones en las que me ocurría cuando el rubio estaba cerca de mí.
Y quizá no me atreví nunca a dar el paso porque Gabriel me trataba muy bien, mi familia lo conocía y parecía ser el indicado para mí.
Quizá no me atreví porque cuando supe que Hugo sentía algo por mí también, yo ya estaba de mierda hasta el cuello, mi oportunidad de romper todo había pasado y el tiempo no me dejaba volver a atrás.

Por eso, ahora, no he dejado que sea el tiempo quien decida juntarnos en el gimnasio o cruzarnos por la calle, he sido yo quien ha vuelto a dejar una entrada para la fiesta de año nuevo en su taquilla.
Porque quiero verlo, porque quiero pasar con él las campanadas, ver como engulle las uvas y se le hinchan las mejillas hasta que las traga.
Quiero poder abrazarlo con los ojos achinados de sonreír tanto.

Sonrío mientras miro mi reflejo a través del espejo, satisfecha de estar en pie, de estar aquí, de mi aspecto y sin mirar si el vestido es demasiado corto.

La piel se me eriza cuando mi cabeza trae un recuerdo del la noche anterior, cuando recuerda cada paso que dí al salir de ese gimnasio donde tuve un sexo increíble con Hugo.

Sus brazos rodeando mi cuerpo, su pecho pegado a mi espalda, su aliento acariciando mi piel, sus labios arrancando suspiros de mi garganta.
Cerró el gimnasio y me abrazó por la espalda, allí mismo no nos importó volver a comernos a besos, bajo la luz de las farolas y las estrellas.
Me agarré a su cintura con fuerza cuando aceleró para llegar a mi apartamento.
Temblé cuando se bajó y me aprisionó contra la pared del edificio.

Quise más cuando nos separamos.
Sé que él también, que no quería irse y casa pequeño paso hacia atrás, daba de nuevo dos hacia mí para un último beso que nunca era el último.

"-Sube. Quédate a dormir. O un rato.

Su sonrisa, su maldita sonrisa me hace creer que va a decir que sí, pero el movimiento de su cabeza dice todo lo contrario y mía ilusiones acaban ahí.

-No puedo."

Pero me volvió a besar, no podíamos alejarnos, no podía ni quería.
Entre besos abrí la puerta y tiré de él para no separarnos.
Entre risas, besos, suspiros y manos inquietas por el cuerpo del otro el ascensor paró en mi rellano.
La llave abrió la puerta de mi piso después de una carcajada y un mordisco en mi cuello.

Y la burbuja en la que estábamos pareció romperse cuando escuchamos la televisión puesta en el salón, cuando vimos las luces abiertas y supimos que no íbamos a estar solos.
Tres besos más fueron los que Hugo me dio antes de irse sin entrar ni dejarse ver.

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