Capítulo 33.

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Capítulo 33.

Marzo, 2028.

Casi han pasado tres semanas desde que Hugo me sacó de mi piso, desde que le pedí que nos fuésemos juntos y se descubriera ante el mundo que estamos juntos.
Él mismo fue quien acabó diciéndolo en voz alta, casi se me sale el corazón por la boca cuando escuché que le decía a Diana que yo era su novia.
Quise gritar en ese momento, olvidar todo lo que había sucedido horas antes, las manos de ese tipo en mi piel que solo se borraron cuando sentí los brazos de Hugo rodearme.
Fue como sacar por fin la cabeza a la superficie después de estar mucho tiempo bajo el agua.
Respirar.

Muerdo mi labio al verlo entrar con la sudadera medio abrochada, con el pelo revuelto y la carpeta con las fichas de los alumnos en la mano.
Incluso en el instituto saben ya de nuestra relación.
Se acerca hasta mí, sonriendo y deja un beso en mis labios demasiado rápido para mi gusto.

-Rúa me ha hablado. -Deja la carpeta encima de la mesa para cambiar los papeles y dar su última clase del día.- Quiere comer con nosotros.
-¿Va a venir...? -Rápidamente Hugo niega con la cabeza, no le hemos dicho a nadie donde estamos. Siempre cogemos caminos diferentes para volver a la casa de sus padres donde ahora vivimos juntos. Yo recogí todo del piso que compartía con Diana, que no ha vuelto a dirigirme la palabra y no contesta a ninguno de mis mensajes.-
-Nadie va a ir a aquella casa. Me dijo de quedar en un restaurante. -Asiento y acaricio su nuca, enterrando mi nariz en su cuello.- Eva, no me provoques.
-Eres muy fácil de provocar.

Sonrío alejándome de él, pero su mano tira de mí y nos vuelve a juntar, aprovechando los breves instantes en los que ningún otro profesor aparece en la sala.
Deja un beso en mis labios antes de separarse de mí al escuchar la puerta.

-Nos vemos después.

Me guiña un ojo, deja otro beso corto y sale por la puerta.
No pasa desapercibida para mí la mirada de los dos profesores que acaban de entrar pero que no hacen ningún comentario.
Lo prefiero así.
Cojo mis cosas y salgo para dar la última clase.

Durante la siguiente hora no puedo dejar de pensar en todo lo que ha pasado en estas semanas.
Casi abusan de mí, fue Marco quien me salvó y me sentí a salvo con él, o eso creí hasta que la presencia de Hugo inundó la que era mi antigua habitación y sentí de verdad lo que era paz y volver a respirar.
Cogió mi maleta, la hizo metiendo todo lo que pudo y salimos por esas puertas sin que Diana dijese ni una palabra, tampoco el chico que seguía allí.
No fuimos a su apartamento esa noche, me llevó directamente a un lugar que nunca pensé que él se atrevería a pisar de nuevo.

Conozco su historia, sé lo duro que fue para Hugo perder a sus padres y su hermano en aquel accidente de coche en el que él no iba.
Cada año cuando se acercaba la fecha en la que todo ocurrió su humor cambiaba, no sonreía, no desprendía esa luz que yo sentía que me llenaba por dentro.
Era una sombra de sí mismo.
Y el mismo día... Ese día se iba a las peleas, dejaba que lo golpeasen, que el dolor físico sustituyese al emocional, volvía a su apartamento borracho y con los ojos rojos de llorar.

Un año en el que yo decidí quedarme, en el que me levanté para esperarlo en el sofá se abrió a mí, me contó cada grieta que ese accidente había abierto en él.
Fue una de las primeras noches en la que los dos nos dimos cuenta que queríamos pasarlas así, juntos, en silencio y dejando que sea el silencio el que hablase por los dos.
Se podría decir que la conexión aumentó hasta algún lugar insospechado, hasta más allá del infinito porque cuando no podía dormir lo buscaba y él me esperaba, nos abrazábamos y nos quedamos dormidos envueltos en la misma manta en el suelo, mirando por la venta a ese cielo que dejaba de estar oscuro para dar paso a un día nuevo.

Solo así, con sus dedos acariciando los míos, con su cuerpo dando calor al mío, con sus latidos guiando a los míos y viceversa.
Así encontramos la paz que los dos necesitábamos.

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