Capítulo 29.

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Capítulo 29.

Febrero, 2028.

Todavía puedo sentir los nervios al subir al avión, las veces que miré atrás en el aeropuerto esperando encontrarlo, que apareciese con una maleta para venir conmigo. Sin importarme que Diana nos descubriese, sin importar que al hacer eso ella se enfadase conmigo.
Quería verlo, que viniese conmigo a este viaje, pasear de su mano por las calles de Noruega y no ha sido así.

-¿Eva? -La mano de Diana pasa por delante de mi cara y me hace pestañear varias veces seguidas antes de mirarla. Me sonríe y yo imito su gesto.-
-Perdón.
-Estabas ausente.
-Lo sé.

Llevo ambas manos a mi rostro y suspiro, echando mi cuerpo hacia atrás por completo en el asiento del autobús que nos lleva a uno de los mejores lugares para ver auroras boreales.

El resto del camino lo pasamos en silencio, cada una mirando la pantalla de su teléfono, ella recibiendo mensajes y sonriendo, yo esperando a que Hugo me conteste los que le puse hace un par de horas.
Cierro los ojos hasta la mano de Diana me hace volver a abrirlos y volver a la realidad.

-¿Estás bien?
-Sí.

Bajamos del autobús y los pies se me hunden en la nieve que descansa sobre el suelo. Siento frío pero me siento bien.
La noche ya se ha hecho dueña del cielo, hay pocas luces para favorecer la observación del cielo.

Colores verdosos y rosados sobre la oscuridad de la noche no tardan en aparecer, se reflejan en la nieve y en el azul de mis ojos.
Es el mayor fenómeno que he visto alguna vez, una explosión de colores que me hace no poder apartar la mirada de el.

Libera mi cabeza de todos aquellos pensamientos y recuerdos que me persiguen desde España.
Elimina la sensación de sentirme observada aunque no lo hace por completo.
Diana no deja de intentar fotografiar el cielo para compartirlo con quien ella dice que todavía no es su novio pero que va por buen camino.

Pol, ya decía que su cara me sonaba de algo, lo comprobé cuando nos cruzamos esta mañana en mi casa. Recordé que lo vi el día en el que Hugo salió detrás de mí de aquel antro. Estaba junto a Rúa y sus ojos no se apartaron de mí hasta que desaparecí entre la gente y por la puerta de salida.
Disimulé lo mejor que pude mi cara al saber que se trataba de él.
Escondí las ganas de gritarle que él no era se fiar, que no le convenía.
Porque todas las piezas parecieron encajar, las noches en las que llega borracha, su visita al hospital... No me extraña que pudiera pasarle alguna pastilla y que le sentase mal.

-Esto es increíble... -Sus ojos no deja de brillar mirando al cielo, yo me detengo un segundo en su perfil. La miro intentando ver todas las diferencias entre la persona que está a mi lado ahora y la que siempre ha sido mi mejor amiga.-
-Sí que lo es.
-Gracias por invitarme a venir.

Le sonrío y no puedo hacer otra cosa que no sea abrazarla. La atraigo hasta mi cuerpo y coloco mejor el gorro que me tapa hasta las orejas.
El vaho que sale de mis labios al hablar se evapora y me deja ver de nuevo nitidamente el cielo.

Mi teléfono vibra y Diana es la primera que parece darse cuenta porque gira su cabeza y se separa lo suficiente de mí para que pueda mirar la pantalla.
No le he dicho que es Hugo el chico con el que paso las noches y los días, que no es él quien se mete constantemente en mis pensamientos y mucho menos que el regalo fue de él cuando aún ellos tenían algo.

-¿Sabes? Hay algo que no me deja estar en paz. -Suspira al ver que no voy a mirar mi teléfono ahora.- Estoy bien con Pol pero... No sé, es muy distinto a todos los chicos con los que he salido hasta ahora.
-Lo sé, se ve diferente. -Aunque eso no quiera decir que sea bueno.-
-No puedo pintar. Llevo sin hacerlo catorce días.
-¿Es por él? -Me giro para ver como sus manos se entrelazan y se frotan por encima de los gruesos guantes que nos protegen del frío. Niega con la cabeza aunque no la noto demasiado convencida.-
-Es por mí. -Guardo silencio, dejo que sea ella quien continúe hablando.- Creo... No sé, no sé qué hacer ni qué pensar.
-¿Necesitas estar sola?
-Necesito que no me dejes sola.

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