Capítulo 12.

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Capítulo 12.

Diciembre, 2027.

-Lo siento mucho Fede, yo...
-No te preocupes, algún día iba a pasar, Rúa no está bien y era cuestión de tiempo que acabase en el hospital.
-Ella me llamó, ella...

Me quedo callado, recordando las llamadas que ignoré de ella solo porque ya estaba cautivo de los ojos de Eva.
Me siento responsable de que acabase en el hospital, quizá ella esa noche estaba dando un grito de ayuda y yo lo ignoré por pensar con la cabeza de abajo.
Por guiarme por mis deseos más oscuros y dejarme llevar por lo que me pone Eva.
Es recordar como su cuerpo se amoldaba al mío y como me busca y comienzo a excitarme sin remedio.

¿Cómo voy a vivir sabiendo lo que es estar entre sus piernas y no querer pasar más tiempo ahí? ¿Explorar cada parte de su piel? ¿Las zonas que hace tanto tiempo estaban prohibidas para mí?

-¿Podrías no dejarla sola? Por favor.
-No lo haré, te lo prometo.

Agacho la cabeza cuando desaparece por el pasillo del hospital, ella no sabe que él está aquí, que desde hace dos días viene a verla cuando duerme para saber como está. No sabe que nos conocemos y por petición de él así va a seguir siendo.
Me giro para entrar en la habitación. Rúa sigue durmiendo, presa de lo calmantes que le han puesto cuando ha mostrado agresividad por querer irse.
Lleva desde que ingresó sin consumir, sin casi poder moverse de la cama y eso la está desesperando.
La entiendo, yo entiendo por lo que está pasando porque yo lo sufí cuando decidí salir de esa mierda, pero ella no ha decidido salir, diría que no quiere hacerlo.

Me siento en la silla, con la cabeza entre mis manos, con los codos apoyaros en las rodillas.
Y suspiro, todo esto quizá me viene demasiado grande.
Todo lo que ha pasado desde esa noche del 24 de diciembre me está superando, y no es solo la culpa por saber que posiblemente yo podría haber ayudado a Rúa, sino también la culpa por haber caído en la tentación de follar con Eva.

Le he fallado a Gabriel, porque no se me han quitado las ganas de ella, porque han aumentado, han crecido tanto que no me siento capaz de controlarlas si la vuelvo a tener delante.
Y la voy a ver muy seguido.

En la pantalla de mi teléfono se muestra el mensaje que es el culpable del mayor ejercicio de autocontrol que voy a tener que hacer en mi vida.

"Hemos considerado su currículum, y las recomendaciones que nos ha mandando. Nos complace comunicarle que el puesto de profesor de educación física en nuestro centro es suyo en calidad de sustitución, por un plazo de tres meses."

Mi plan sigue su curso, quiero acabar con todo lo que tiene y lo haré desde dentro, metiéndome en su día a día.
Los contactos se Gabriel le permitieron hacer las prácticas de la carrera en aquel centro hasta que finalmente se quedó como profesora ahí.
Y es mi deber arrebatarle eso también.
Tengo que quitarle todo lo que mi amigo le dio.
Tengo que dejarla sola, en la calle, llorando y no tiene que darme pena.
Ella acabó con mi mejor amigo, con el que era como mi hermano mayor, y yo voy a hacer lo mismo con ella.

-Más tarde vengo a verte.

Aunque sé que no me escucha, dejo esas palabras en el aire antes de acercarme para besar la frente de Rúa y salir de la habitación.
Claro que voy a intentar cuidarla, claro que voy a intentar que salga de las putas drogas.
Ya ha sentido lo que es estar al borde de la muerte y eso tiene que hacerla reaccionar.
Por ella, por Fede.

Camino hasta mi moto, que me lleva en apenas unos minutos hasta el gimnasio, debería pasar por mi casa para coger la bolsa con los guantes, con la ropa de hacer deporte, pero necesito sacar de mi cabeza los recuerdos de Eva gimiendo contra mí y mis jadeos al embestirla una y otra vez.
Y solo puedo hacerlo a golpes.
Aparco en la puerta, entro al local y me dirijo al mismo saco rojo que suelo golpear todos los días.
Tiro el casco a un lado y cierro mi puño, lanzando el brazo hacia la lona roja, impactando con los nudillos y reprimiendo una mueca de dolor por hacerlo sin guantes.

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