Capítulo 16.

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Capítulo 16.

Enero 2028.

Estiro los brazos hacia arriba mientras que en la televisión salen los anuncios.
Suelto el aire despacio, en un suspiro que se me escapa ahora que estoy solo.
Sé lo que estoy haciendo, aunque no termine de estar convencido. Pero es lo que tengo que hacer.

Anoche, cuando fui a por agua y la vi, sus ojos me gritaron que no esperaba eso.
Luego me mostraron odio, decepción y yo tuve que sonreírle, tuve que aparentar ser el mayor cabrón del mundo.
Aunque quizá lo sea y no sea consciente.
Salí de la habitación de Diana porque casi se me escapa el nombre de su mejor amiga, porque me engañé a mí mismo creyendo que era la castaña quien gemía en mis brazos, encima y debajo de mí.

Cada día le veo más lagunas a mi plan, pero voy con un cubo sacando el agua y siguiendo hacia adelante, a flote.
Porque lo tengo que hacer.

Tengo que ser yo quien lo haga, tengo que ser yo quien le quite todo lo que tiene, quien le devuelva la moneda.
Ojo por ojo.
Diente por diente.

Miro el vaso de leche que hay delante de mí, en la mesa y como unos dedos lo rodean hasta levantarlo.
No me da tiempo a seguir ese brazo cuando siento como el líquido cae caliente por mi cabeza.
Cierro los ojos y trato de no sonreír, sabiendo que es Eva, se ha levantado con ganas de guerra.
Y por que no admitirlo, este tira y afloja me gusta.
Me levanto para quedar a la misma altura que ella. Miro fugazmente hacia el pasillo, para asegurarme que estamos solos y doy un paso hacia ella, acortando la distancia entre los dos, mirando más de cerca el azul furioso de sus ojos, el ceño fruncido y sus labios apretados.

-No me puedo creer que hayas caído tan bajo. ¿Acostarte con mi mejor amiga?
-Tú te casaste con el mío.
-Eres un imbécil.

Acerco mi cara a la suya, para poder susurrarle las palabras y que queden solo entre nosotros dos.
Que sea algo nuestro.
Quizá, junto a los recuerdos, lo único que nos quede.

-Todo esto es mucho más grande que tú y que yo. Quiero que me odies, que lo hagas con todas tus fuerzas.

Necesito que lo haga, para contagiarme de ese sentimiento cuando rebose por sus ojos.
Necesito que me odie para controlar mis impulsos cada vez que la vea.
Que sea ella quien ponga un muro tan alto entre los dos que no pueda escalar ni derrumbar.
Una pequeña sonrisa se muestra en sus labios y un escalofrío recorre mi cuerpo, la piel se me eriza. Algo no va bien.

-¿Quieres jugar? Vamos a jugar, Hugo.

Mis ojos se quedan fijos en los suyos, que se buscan y se encuentran a medio camino.
Eva da un paso hacia atrás y muerde inconscientemente su labio inferior. Gesto que me hace sonreír, que me hace dar un paso hacia ella y volver a acercarme, reducir a cero la distancia entre los dos.
Se aleja de mí para resistir las ganas que tiene de besarme.

En mi teléfono aun están sus mensajes de la noche anterior, esos donde dice que tiene ganas de verme.
Tuve que contenerme para no responderle, para no decirle que yo también quería verla, que en esa maldita discoteca solo tenía ganas de ir hasta ella y comermela a besos. Que quería que fuese ella mi primer beso de este año y todos los que le siguen, pero hay veces que no es suficiente con querer, y esta vez no lo es.
Mi brazo pasa por detrás de su espalda, pegando su cuerpo al mío, me sorprende que no me aleje, que sus brazos solo ejerzan una fuerza mínima contra mi pecho.
Me armo de valor y dejo que mis manos caigan hasta rozar su trasero, apretándolo sin cuidado y pegando nuestras caderas y partes intimidas, donde los dos reprimimos un suspiro de placer que asoma por nuestros ojos en un segundo fugaz, y desaparece.
Me atrevo a sonreír, muy cerca de su cara, de su boca y me inclino hacia su oído para susurrarle algo que me quema en los labios, deteniéndome en su cuello un segundo y pasando la punta de mi lengua por esa zona de su piel. Arrancando un sonoro suspiro de su garganta.

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