Capítulo 23.

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Capítulo 23.

Febrero, 2028.

"-¡Hugo!

Corro detrás de él cuando cierra la puerta de la sala de profesores. He intentado detenerlo, ver que ponía en ese mensaje que le han mandando y donde solo he podido ver la foto de la lápida de sus padres.
Él nunca me dijo que era esa, nunca quiso ir, sé que no ha sido capaz de pisar el pasillo en el que lo que queda de sus padres y su hermano aquí descansan.
Pero los busqué, quise hacerlo al ver como le seguía afectando tanto que ya no estuviesen año tras año.
Fue Gabriel quien me llevó hasta ese mármol blanco que él mismo eligió, porque Hugo se negó a hacerlo, se negó su muerte durante varios meses en los que incluso dormía en la habitación de ellos.

Suspiro y empujo la puerta de la calle del centro, calmando al conserje que se ha quedado atento a como el rubio ha salido corriendo sin importarle que pudieran mirarlo.
Lo veo a lo lejos, montándose en la moto que nos ha traído a los dos hasta aquí y colocándose el casco tan rápido como sus manos le permiten.

Y todo parece pasar en un instante, tan deprisa que en apenas un pestañeo el cuerpo de Hugo se ha separado de la moto y vuela desde el cristal delantero de la furgoneta azul hasta la carretera.
Un grito se ahoga en mi garganta cuando mis oídos solo llegan a poder escuchar como las ruedas de ese vehículo aumentaban la velocidad y se perdía por el largo de la calle sin pararse.

Mi cuerpo se congela, quiero correr hacia Hugo pero no puedo moverme, no puedo dar ni un paso, mis ojos solo lo miran a él, inmóvil en el suelo.
Un nudo aprieta en mi garganta tanto que siento que me ahogo sin necesidad de estar debajo del agua.
Es como si me diesen un golpe en el estómago que me dejase sin aire.
Un pinchazo en el pecho que me dejase sin él.

Mis manos tiemblan y el resto de mi cuerpo también, mis piernas ceden y mis rodillas chocan contra el suelo, tan lejos de Hugo que siento impotencia.

¿Tan fácil es que te arrebaten a alguien?"

Quiero llorar, las lágrimas se agolpan en mis ojos al recordar su cuerpo tirado en la fría y dura carretera.
Vi como aquella furgoneta lo arrolló y salió a toda velocidad sin detenerse a ver como se encontraba.

Aparto el agua acumulada que se comienza a resbalar por mi cara, mientras recuerdo como le cogí la suya y le rogué para que me mirase, para que me dijese que estaba bien, besar sus labios una vez más aunque supieran a sangre.

-¿En qué piensas? -Me giro e intento sonreír, quiero acurrucarme bajo las mantas y pensar que eso solo ha sido un mal sueño.-
-¿Cómo sabes que estoy pensando en algo?

Ahora es él quien sonríe y con sus dedos aparta las lágrimas que han caído de mis ojos, con ternura, con delicadeza y como si no le costase trabajo mover algún músculo de su cuerpo.
Suspiro, acercándome más a él, abrazando con mucho cuidado su cuerpo desnudo de cintura para arriba y escondiendo la cabeza en el hueco que hay entre su hombro y el cuello.

Pensaba en él, en que creí que no iba a poder levantarse de aquel maldita carretera, en que sus ojos cerrados no volverían a abrirse y que dejaría un vacío en mí que no podría llenar con nada ni nadie más en miles de vidas.

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