Capítulo 35.

543 50 11
                                    

Capítulo 35.

Marzo, 2028.

Mi cuerpo encima del de Eva, los gritos de varias personas resonando en mis oídos junto al estruendo de la pistola dejando salir una bala.
Un disparo que parece haber sido sólo de advertencia, no siento nada que pueda indicarme que he recibido esa bala, me separo despacio para ver qué Eva también está intacta.

-Amor... ¿Estás bien? -Sus brazos rodean mi cuerpo y vuelven a atraerme hacia ella, escondiendo su cara en el cuelo entre mi hombro y el cuello. Suspira y sin saberlo eriza toda mi piel. Trago saliva para intentar aplacar el susto que sigue apretando mi estómago.-
-Sí, ¿Y tú?
-Sí.

Escuchar de su voz que está bien, que no la alcanzado esa bala, confirmar que realmente no pretendían darnos a ninguno de los dos, que solo era una advertencia, una amenaza muy seria, una declaración de intenciones por su parte.
Mis ojos se quedan fijos unos segundos en el suelo, juro que sea quien sea va a pagar por esto.
No sé cómo lo voy a hacer, pero no va a salirse con la suya.

Alguien no va a salir bien de esta historia y voy a hacer todo lo posible porque no seamos nosotros dos.

Tiro del cuerpo de Eva para sentarnos en el suelo, para comprobar con mis ojos que no hay nada más allá de su ropa arrugada y sucia por acabar en el suelo.
Me es inevitable pensar en como puede cambiar nuestra vida en apenas unos instantes, hace poco más de media hora mis manos apretaban la piel de sus caderas, haciéndolas chocar con las mías y de nuestros labios solo salían gemidos que ahogabamos en la boca del otro.
Hace unos minutos estaba rompiendo lo nuestro, haciendo pedazos lo que teníamos, aunque no fui capaz de dejarla ir y corrí como si la vida se me fuese ahí para detenerla, porque la vida se me iba si la dejaba ir.

Y ahora...
Ahora estamos en el suelo tras intentar y conseguir con éxito esquivar una bala que tenía nuestros nombres y apellidos.

La vida es una jodida montaña rusa, de esas que dan miedo, vértigo, y también de las que más disfrutas, esa adrenalina desbordando por cada poro de la piel, disfrutas en los tramos ascendentes y maldices en las bajadas.
Pero no te bajas hasta que no te obligan y cuando lo hacen, agradeces cada maldita sensación que te ha producido.

Y yo esta vida, esta montaña rusa quiero vivirla con Eva de la mano, quiero que en las bajadas poder apretar sus dedos contra los míos y encontrar esa paz en mitad del caos.
Quiero en las subidas disfrutarlas con mi piel pegada a la suya, perdido en sus ojos y su sonrisa sin importarme que después podamos bajar y que vengan momentos difíciles.

Acaricio su cara, aparto un mechón de pelo que coloco detrás de su oreja y ella deja su mejilla contra mi mano.
Es irónico pero después de lo que ha pasado, ese simple roce me hace estar un poco más tranquilo.
Los pasos de alguien me hacen desviar los ojos de Eva.

-¿Qué haces aquí?
-Tenéis que ir a la policía...

Los ojos de Rúa no dejan de mirar a un lado y a otro. Sin embargo los míos están fijos en Eva, que parece ida, en shock. Esto es lo que yo quería evitar, esto es lo que yo quería ahorrarle.
Paso el brazo por sus hombros, lo hago para pegarla a mi cuerpo, para tratar de darle algo de seguridad.
En cuanto he visto el cañón de ese arma, no he dudado en cubrirla con mi propio cuerpo, no he dudado en ponerme por delante, en poner mi vida para proteger la suya.

Porque no podría superar que ella no esté.

-¿Y a quién denunciamos? No sabemos quién está detrás. -Un suspiro se escapa de los labios de Rúa, que se los muerde para no decir algo que cada vez tengo más claro que ella sabe.-
-Tengo que irme.

Dejo que se vaya, porque mi mayor preocupación es Eva, conseguir que salga de ese estado aturdido en el que se encuentra.
Su mano busca la mía, sus dedos acarician los míos antes de entrelazarse.
Al menos, seguimos siendo los dos.

Frenesí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora