Capítulo 8.

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Capítulo 8.

Diciembre, 2027.

Le quito las llaves de su apartamento a Hugo cuando llegamos. Él es incapaz de meterla en la cerradura y el efecto de lo que se haya tomado parece estar haciéndole efecto porque su cuerpo tiembla, se sacude sin explicación de vez en cuando.
Cierro los ojos cuando me quedo a solas con él dentro de su piso, las lágrimas amenazan con escaparse al pensar en él.

¿Qué ha tenido que pasar por su cabeza para que hiciese eso?

Siento como se me escapa una y el valor de su dedo retirándola con suavidad, con tanta delicadeza que esa efímera caricia hace que mi piel se erice.
Deja su mano rozando las mías, que descansan a ambos lados de mi cuerpo, apretando con fuerza las llaves.

-No llores. Por favor.
-No puedo evitarlo.

Abro los ojos para ver los suyos, para ver como sus pupilas están dilatadas, como intenta mantener oculto todo lo que se ha tomado le está haciendo experimentar.
¿Tendría que haberlo dejado allí?
No.
No.
Y no.
Aunque llevemos demasiado tiempo alejados, aunque en los últimos días solo haya visto odio en su mirada, sigue siendo Hugo, ese chico que le dio la vuelta a mi mundo sin darse cuenta, desde aquella maldita vez que lo vi en la cafetería sabía que no iba a ser una persona más en mi vida.
Y no me equivoqué.
Aunque me haya fallado, aunque cuando más lo necesité él no estuvo.
Aunque llegué a sentir odio por él, y también miedo.
Todo eso ahora parece quedar en un segundo plano, porque puedo ver en sus ojos todo lo que me llevé viendo desde que lo conocí.

El recuerdo de sus labios sobre los míos, esa sensación que aun perdura en mí, me hace desviar la mirada hacia esa parte de su cara apenas unos segundos.

-Lo siento.
-No vuelvas a hacerlo. Por favor. -Suspira y me mira fijamente, dejándome ver la respuesta antes de quebsu voz salga de su garganta en apenas un susurro.-
-No puedo prometerte eso.

Da un paso hacia atrás y se aleja de mí, sus manos alborotan su pelo rubio con fuerza.
Y un chillido se escapa de su cuerpo, cierro los ojos de nuevo, deseando que esto sea solo una pesadilla, que al abrir los ojos nada fuese real.
Pero al abrirlos, la realidad me da un golpe seco en el estómago.
Hugo parece buscar algo con esmero en su cocina.
Deja sobre la encimera dos vasos y una botella de whisky que está a la mitad.
Niego con la cabeza cuando camina con pasos agigantados hacia el sofá y comienza a teclear en su teléfono, para luego llevárselo a la oreja.

-Estoy en mi apartamento. -Frunzo el ceño y me acerco hasta él, sentándome a su lado e intentado escuchar con quien habla.- Lo siento por irme. -La voz de una chica suena entre música demasiado alto.- Lo compensaré, ven y trae algo más fuerte que la pastilla que me diste antes. -Le arrebato el teléfono de las manos y cuelgo la llamada. Sus ojos se clavan en mí como si quisiera matarme, como si acabase de hacer algo que no va a perdonarme nunca.- ¿Se puede saber que mierda haces?
-No vas a meterte nada conmigo aquí.
-¡Pues vete! ¡Vete porque Rúa va a venir y tengo mucho dinero para no pensar en nada!

Y casi lo hago, casi me levanto y me voy de este apartamento. Pero eso sería ponerle las cosas demasiado fáciles.
En mi cabeza solo se repite la misma frase: "No es él quien te habla".
Aunque sí que lo es, por eso abro la palma de mi mano y la estampo contra su mejilla. Su cara se gira bruscamente y muerdo con fuerza mi labio para retener las lágrimas.

-No me voy a ir. -Sus manos agarran mis muñecas sin ejercer demasiada fuerza pero me acerca a su cuerpo.-
-Vete. No te va a gustar lo que vas a ver.
-¿Vas a drogarte con esa?
-Y a follármela.

De nuevo mi mano impacta en su mejilla y mis dedos hacen el amago de quedarse marcados ahí durante unas cuantas horas.
Siento como si sus palabras fuesen unos cuchillos que me atraviesan, que se clavan en mi pecho sin dudar, que se retuercen y me hacen sangrar.

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