Capítulo 24.

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Capítulo 24.

Febrero, 2028.

"-¿Creíste que te la ibas a follar y no iba a pasar nada? Esto es solo el principio."

Miro una y otra vez cada letra de ese mensaje, no han dejado de llegarme en toda la noche desde que Eva se fue.
Todo es culpa mía.

"-Todo lo que ha pasado y queda por pasar será tu culpa."

Sigo con miedo de responder a los mensajes, de preguntar quién se esconde detrás, quién es. Miedo quizá de descubrirlo.
Porque parece saberlo todo de mí, parece saber cada maldito paso que doy, como voy a reaccionar a cada provocación y sobretodo, cuando estoy con Eva.
Han pasado tres días desde que tuve ese accidente que cada vez pienso que fue menos accidental.
Tres días en los que cuando Eva viene a mi piso y estamos juntos no dejan de llegarme mensajes.

"-Controla tus manos." "-Ese no era el plan." "-Vas a hacer que me enfade más." "-No querrás que le pase nada, ¿No?"

Intento que ella no los vea, que no sepa que sigo recibiendo esos mensajes que cada vez son más amenazantes.
Mi corazón late desbocado cuando se va de mi casa a la suya hasta que me llama avisando de que ha llegado, el miedo por que le pase algo hace que me esté costando demasiado poder conciliar el sueño por las noches.
Ojalá poder estar pegado a ella las veinticuatro horas del día, porque así sabría que solo quieren asustarme y que quien va a sufrir las consecuencias de estad juntos voy a ser yo, y no ella.

Que me golpeen, que me atropellen, que me tiren de un puente si quieren pero que no le lleguen a tocar ni un pelo a Eva, porque no sabría controlarme.
Sé que lo de Diana no fue casualidad tampoco.
Y odio no saber quién está detrás de todo esto.

-Rúa, ¿Dónde vas? -Su cuerpo se para en la entrada de mi piso, se gira y me sonríe antes de acercarse y abrazarme con más fuerza de la que ella acostumbra.- ¿Qué te pasa?
-Voy a dar una vuelta.
-No me ha dicho nada tu padre...
-Él no viene, voy sola. -Frunzo el ceño, no estoy seguro de dejarla ir sola, una sensación agridulce se apodera de mi boca y cae en mi estómago.-
-Voy a ponerme los zapatos, voy contigo.
-Hugo no. Necesito estar sola un rato. -Retira su largo pelo hacia un lado y se aleja dos pasos de mí.- Te prometo que no voy a consumir nada. -Alza la mano antes de abrir la puerta.-
-¿Te espero para cenar?
-Sí, e invita a Eva, me he aprendido chistes nuevos.

Su cuerpo desaparece detrás de la puerta y siento como si fuese la última vez que la voy a ver.
Pero no va a ser así.
Va a estar bien.
Tengo que confiar en ella.

Últimamente no me ha dado ni un solo motivo para pensar que vuelve a estar en más drogas, Fede tampoco lo ha encontrado y eso nos produce una calma tensa.
Porque sé que no es tan fácil dejarlo cuando llevas años consumiendo.
Porque sé que es muy fácil recaer y reiniciar todo ese proceso, volver a pasar por los escalofríos, el temblor en el cuerpo, la desesperación por esas sustancias, la necesidad real que te produce.

Mi teléfono comienza a sonar y lo descuelgo casi sin mirar quién es y sin dejar que suene más de una vez.

-¿Tanto me echas de menos?

Sonrío al escuchar su voz. No sé si mi destino es estar con ella o no para siempre, pero nunca nadie podría provocarme una sonrisa tan fácilmente como lo hace Eva. Sé que nunca voy a sentir el tirón en el estómago cada vez que la veo con otra persona. Y si esto que estamos viviendo solo es un golpe de suerte, voy a atesorar estos momentos bajo llave.

-La verdad es que no, no he pensado en ti ni un poquito.
-Mentiroso.
-¿Cómo estás? ¿Qué tal la mañana? -Un suspiro se escapa de sus labios, llega hasta mi oído y frunzo el ceño.- ¿Eva?
-¿Te parece si voy a comer a tu piso y te cuento?

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