Capítulo 20.

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Capítulo 20.

Febrero 2028.

Han pasado dos días desde que me fui de casa de Eva, desde que dejé en su habitación a Diana, con la toalla alrededor de su cuerpo y con los ojos inundados en sorpresa, luego en enfado y por último en rabia.
Llevo mi mano inconscientemente a mi mejilla por el golpe que me dio ella y por el de Eva.
El segundo es el que más me dolió, no porque fuese más fuerte, sino porque también golpeó el músculo inútil que bombea con fuerza en mi pecho.

Superé la velocidad permitida para llegar al sitio donde iba a dejar que me golpeasen y donde iba a golpear a alguien hasta que mis brazos dijeran basta.
Fueron tres combates los que hice esa noche, los tres seguidos, dejaba que me golpeasen antes de sonreír con sangre en la boca e impactar mis puños en sus estómagos y mandíbulas como si fuesen mis peores demonios que estaban delante de mí.

Es liberador hacerlo, me sentí bien cuando dejé caer mi cuerpo exhausto en la cama aquella noche.
A mis pensamientos no acudió nadie, estaba en blanco y no me dio tiempo a pensar en nada antes de cerrar los ojos y fundirme en un sueño negro que me dejó dormir toda la madrugada y la mañana siguiente.

Suspiro al pensar que ese fue mi único momento de paz.

-Hugo, ¿Podemos hablar? -Me giro para ver de frente a Fede. Sus ojos me transmiten la preocupación que lleva sobre su espalda. Asiento con la cabeza y nos apartamos un poco del resto de personas que no tienen nada mejor que hacer un domingo que venir a hacer ejercicio.- Es Rúa.
-¿Hizo algo la otra noche? -Niega con la cabeza pero coloca una de sus manos sobre su pelo canoso.-
-Vino Pol.
-Cabrón oportunista...

Aprieto las manos en los guantes de boxeo. Siempre aparece cuando no estoy desde que rodó por las escaleras de mi bloque de pisos. No se da por vencido, Rúa a parte de consumir también pasaba droga, sus ojos verdes llamaban la atención de muchos tíos e incluso tías que se acercaban a ella y se pasaban pastillas.
Tal y como empecé yo.
Digamos que era su mina de oro particular y no está dispuesto a renunciar a ella tan fácilmente.

-Ella no quiso salir, fue a buscarme para que hiciera que se fuese. Creo que esta vez sí que está poniendo de su parte. -Su sonrisa es sincera pero no le llega a los ojos, hay algo que sigue preocupándole.-
-¿Pero?
-Está en una línea muy fina, es muy fácil que recaiga y tengo miedo. Siento que puedo recuperar a mi hija, que todos estos años separados dan igual si a partir de ahora podemos pasarlos juntos y...
-Lo va a conseguir, yo lo hice y ella lo hará.

Sus brazos me envuelven en un abrazo que no esperaba y que nunca me ha hecho sentir cómodo.
Porque Fede es como un padre para mí, y si se comporta de esa forma, los recuerdo de mis padres vienen a mi cabeza y me atormentan.
Es revivir el día en el que murieron una vez y otra hasta que mis ojos se cansan de llorar.
No quiero eso, no me gusta mostrar debilidad y menos a plena luz del día en el gimnasio.

Me separo cuando siento como mis ojos me pican, como comienzan a escocer y con la manga de la sudadera que llevo retiro el amago de las lágrimas que se forman.

-Hay otra cosa.
-Dime.
-No tenemos chica para los torneos de Lisboa y Londres. -Frunzo el ceño, hace unas semanas estaba emocionado porque Eva estaba entrenando para ir.-
-¿Y Eva?
-Dice que no quiere competir, que esto solo lo hace por diversión.

Suspiro y cierro los ojos, sé que lo hace por otra razón que ella nunca va a decir decir voz alta.
Pero no me esperaba que no quisiera ganar algo de dinero, que no quisiera experimentar la adrenalina de subirse a un ring en el que la persona persona tienes delante solo quiere verte caer por ko para salir victoriosa.

Miro hacia el ring inconscientemente y solo puedo vernos a nosotros dos, subiéndonos mientras nos comíamos a besos, como nos arrancamos la ropa y mis manos subiendo por su cuerpo.
Sus uñas arañando mi espalda y sus caderas chocando con las mías en movimientos desesperados por sentirnos más el uno al otro.

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