·09· El accidente de Steve.

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Jayden

Mi hermana se ha pasado cuatro días enteros en mi casa con la excusa de que había que recuperar mucho tiempo perdido. Aunque ambos sabemos que la verdad es que quería verme interactuar más con Evelyn, para terminar de creerse que de verdad me he enamorado y soy feliz.

Durante estos días sí que es verdad que se ha mantenido más alejada de lo que suele hacerlo, pero delante de mi hermana siempre ha cumplido muy bien con el papel. Tanto que incluso a veces dudaba de que estuviera fingiendo.

Antes de irse, cuando ya no podía poner más excusas en el trabajo, me ha hecho prometerle que Evelyn y yo cumpliríamos nuestra promesa de ir al pueblo pronto para reunirnos todos. Obviamente le he dicho que sí, que de verdad estaremos allí y que no se preocupe.

Quince minutos después de esa conversación, Chris y yo seguimos en el aparcamiento del aeropuerto. Él se está fumando un cigarro y yo me estoy bebiendo un café, porque últimamente duermo fatal por culpa de la nueva película.

En cuanto a Chris, estos días lo he visto más que en el último mes. Ha venido a mi casa a pasar tiempo con mi hermana y conmigo. Lo que me ha sorprendido bastante, pero no por el hecho de que se haya dejado ver, porque mi hermana y él siempre se han llevado muy bien siempre; me sorprende por todo lo que no ha hecho. Nada de salir, nada de líos esporádicos, nada de lo que suele caracterizar a Chris... Y podría pensar que es solo una etapa de un par de días o que se ha agobiado de esa vida, pero su cara de continuo cansancio me hace pensar que no es solo eso. Que hay algo más.

Sin embargo, no le he comentado nada al respecto. Estoy esperando a que sea él quien me lo cuente. Porque por muy amigos que seamos, yo no voy a insistir si él no está preparado para hablar.

Llevo más de diez años de mi vida fingiendo que no veo las sonrisas y las miraditas que le lanza Lexie, cuando se cree que no miro. Puedo fingir también que no veo como él está cada día más desesperado por la situación.

—Lexie lleva días sin dirigirme la palabra —me confiesa, después de largos minutos de silencio—. Ella simplemente pasa de mí.

Y ahí está.

Escondo mi sonrisa detrás del vaso de cartón en el que está el café. No sonrío porque esté contento, pero no puedo evitar sentir cierto alivio por el hecho de que, por lo menos uno de ellos, esté preparado para hablar del tema.

Porque una cosa es hacer como que no ves lo que está pasando y otra muy distinta no sentir dolor cada vez que ves un pequeño destello de todo lo que ellos no están preparados para ver.

—¿Y por qué crees que es, Sherlock? —Decido ponerle un tono de humor, para que no sienta que es un error haber sacado el tema. Bueno, y porque no sé tener una conversación sin una pizca de él.

Chris me mira con una ceja alzada antes de darle un calo al cigarro.

—¿Tú sabes algo que yo no sé?

—Ambos sois mis mejores amigos —le recuerdo—. ¿Sabes lo que significa eso? Saber cosas vuestras sin que el otro las sepas.

Deja salir el humo mientras piensa sobre ello y yo le doy otro trago a mi café con leche. Últimamente siempre tengo un café en la mano, a pesar de que ya no me hace ningún tipo de efecto. Más bien, se ha vuelto una cuestión psicológica.

De verdad que necesito encontrar ya a los malditos protagonistas, porque si no esta película va a terminar conmigo.

—¿Le gusto? —Sus palabras me devuelven a la realidad, olvidando mis problemas.

Miro a mi amigo y le pongo una mueca.

La pregunta del millón. Lo que siempre nos importa por encima de cualquier cosa, a pesar de que antes de planteárnosla deberíamos tener otras cosas claras.

La caída de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora