·16· La elección de Evelyn.

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Evelyn

Después de aquel día en casa de Lexie, llevo casi dos semanas sin ver a Jayden más de lo estrictamente necesario. Lo he visto en alguna aparición que hemos hecho pública para no levantar sospechas, pero no mucho más. Él está ocupado porque ya ha empezado a grabar su película, con Dylan como protagonista; y yo estoy nerviosa porque a finales de este mes tengo una competición.

Bueno, no solo por eso. Pero intento no pensar mucho en el hecho de que el tiempo se me acaba y tengo que llamar a Jack más pronto que tarde.

—Creo que tienes que comer más pasta —sentencia Jayden al otro lado de la línea. Como no podemos vernos, él ha decidido que ahora tenemos una relación falsa vía teléfono. Eso no tiene mucho sentido, pero tampoco se lo busco—. Me refiero, no puedo preguntarte si la próxima vez que nos veamos prefieres comer macarrones o espaguetis y tu decirme que te da exactamente igual.

Suelto una carcajada, por lo ridículo que me parece esta conversación.

—Y yo creo que me deberías considerar una buena amiga por no tener ni idea. Me refiero, ¿qué más da? Así puedes elegir tú.

No veo la expresión de Jayden, pero estoy seguro de que su cara en estos momentos es un poema.

—¿Cómo va a ser una ventaja? Son las ocho de la mañana Evelyn, y llevo desde las seis sobreviviendo a base de cafeína. Entonces entre descanso y descanso he decidido llamarte.

—Muy considerado por tu parte —añado.

Esquivo las piedrecitas que hay en el camino de madera, mientras sigo andando hacia casa de Steve.

—No es el punto —me asegura, fingiendo molestia—. El caso es que te he llamado para ofrecerte pasar cuarenta alucinantes minutos conmigo. Los únicos cuarenta minutos libres de mí día. ¿Ves lo romántico que estoy siendo?

—Lo veo —le aseguro, conteniendo mis ganas de reírme.

—Está bien, me alegro de que las veas. Porque así entenderás mi estupefacción cuando te he propuesto comer pasta y tú me has dicho que te da igual cual.

Intento verles la lógica a sus palabras, de verdad que sí. Pero por mucho que lo intento sigo sin poder encontrarla.

—Jayden... sigo perdida.

—Es alucinante que no lo veas —dice, desesperado.

—Ilumina a esta pobre mortal, Jay.

—Pues está claro. Acabo de ofrecerle mi único momento libre del día a una chica que ni siquiera sabe distinguir entre pastas. Y Evelyn, con Drácula ganaste puntos, pero aquí los pierdes todos. Te doy todo lo que tengo y tú lo pisoteas diciéndome que eres una inculta de la pasta. ¡Es pasta! La pasta debería gobernar el mundo.

Vuelvo a soltar una carcajada.

—¿Y por qué no comemos esas berenjenas tan ricas que me hiciste aquella vez?

—Sé lo que intentas —me dice, manteniendo el tono de estupefacción—. No está funcionando. Alaba a otro, porque esta persona se está quedando sin tiempo y sin ilusiones. Sobre todo sin ilusiones.

—¿He hecho daño a tu frágil corazón, Jay? —me burlo.

—Como siempre —musita él.

Se hace un silencio, que dura a penas unos segundos y entonces ambos estallamos en una carcajada. Estoy segura de que la única razón por la que sigo descolgando el teléfono, después de dos semanas teniendo estas estúpidas conversaciones es porque, en el fondo me hacen feliz.

La caída de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora